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Opinión - Contra la política del odio. Por Esther Palomera
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Manual de resistencia

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Pedro Sánchez publicó Manual de Resistencia en 2019. Una pena que el presidente sólo aprendiera a nadar entre tiburones y no entendiera que rendirse es un privilegio de clase.  

El presidente anunció que se tomaba unos días de reflexión para decidir si seguía al frente de éste Gobierno o generaba una crisis de Estado sin precedentes. Mientras reflexionó dejó al país en el aire. Convocó a sus hooligans para su mayor gloria, en la puerta de su casa. Parece que el Gobierno que Sánchez empieza y termina en Ferraz. Un desastre este límite partidista de las fronteras de un país. 

La corte se alborotó en los pasillos de palacio. ¿Se iría, no se iría?, ¿lo sabían?, ¿quién lo sabía?, ¿qué hay detrás? Conspiraciones y especulaciones vacías de contenido, carentes de objeto. Debatir la nada para aparentar que se hace algo ha sido el retrato de los grandes medios de comunicación éstos días. Circo. 

Mientras, gran parte de la ciudadanía siguió peleando día a día para sobrevivir. Sobrevivir al paro, al déficit de servicios públicos, a la enfermedad en precario, a los desahucios, al empleo inestable, a la pobreza infantil, a la carencia de plazas sociosanitarias, a la esclavitud... resistiendo a una política bipartidista que ha vaciado de contenido el Estado Social y Democrático que nos prometieron. Rendirse es un privilegio para gran parte de la población para la que gobierna.  

Pedro Sánchez priorizó su situación personal frente a miles de ciudadanos que sufren, cada día, las consecuencias dramáticas del partidismo parasitante. Personas que sienten miedo, dolor, soledad y abandono cada día, en la salud, en la vivienda, en la pobreza, en la discriminación, en la enfermedad, en la muerte, en la educación, en la energía, en la violencia, en la justicia. Ciudadanos que viven en el límite sin ni siquiera atisbar una estructura de Estado que les ofrezca cobijo. Y que no pueden rendirse.  

Hace tiempo que la vida transcurre en los límites del sistema. La política partidista ha secuestrado el sistema. No se atisba, en el drama diario de millones de personas, la estructura de un gobierno local, autonómico o estatal que ofrezca una cobertura básica al ciudadano medio. El Estado de Derecho hace tiempo que no está ni se le espera. No sostiene a las personas cuando caen. 

¿Creen que soy una persona sin sentimientos, que no aprecio el valor del amor de un esposo a su mujer; que obvio la campaña de noticias falsas?¿Creen que no siento sororidad, que obvio la evidencia del lawfare, que no escucho los debates parlamentarios, que deshumanizo, que ataco a la izquierda? 

No, perdonen. Lo que pasa es que este país no está para espectáculos ni dramas protagonizados por el máximo responsable político. El presidente de un país debe saber estar del lado del que sufre. No del lado de su sufrimiento. La democracia no empieza ni termina en lo que le ocurra a Pedro Sánchez ni a su mujer. Al contrario, son ellos los que deberían estar al servicio de la democracia. No obvio el partidismo matón que parasita nuestras instituciones. Califico la situación en España cercana al estado fallido, peligrosamente putrefacto. Y el PSOE que Pedro Sánchez dirige desde 2017 es parte indisoluble de ese fango. No se puede ser víctima y ejecutor al tiempo. 

No obvio la guerra abierta en el Poder Judicial. Lo he sufrido en primera persona en las causas de corrupción en las que he intervenido como abogada de la acusación popular. Pero veo con claridad el intercambio de estampitas con toga del bipartidismo. Quítate tú para ponerme yo. Y no olvido la imagen del PSOE levantando la mano en el parlamento para apoyar a los miembros del Tribunal Constitucional de la mano del PP. El Gobierno de Pedro Sánchez votó a los elegidos por el PP y, a cambio, recibió el voto del PP a sus elegidos. Este gobierno comparte al 50% la responsabilidad de la politización de la justicia. Y la aprovecha cuando tiene el poder. 

No niego el lawfare. La ciudadanía la sufre de la derecha y, con la misma fuerza destructiva, del Gobierno de Pedro Sánchez. No he visto financiación ni medios para la justicia. Ni nuevas plazas de jueces, ni becas para preparar oposiciones. Veo a quienes nombran como ministros de Justicia, fiscales generales del Estado, presidentes de TJS, miembros del CGPJ… observo a las asociaciones progresistas y a las conservadoras. No se puede ser víctima del mismo juego en el que has participado. 

No ignoro la manipulación instrumental por parte de la prensa. La he sufrido de los medios alimentados por la derecha y por los alimentados por el PSOE. Se puede mentir a una persona mucho tiempo, a muchas en una ocasión, pero no se puede pretender mentir a todos todo el tiempo. No se puede tender una mano mientras, con la otra, disparas al objetivo. 

Observé con atención lo que le hicieron a Pablo Iglesias y a Irene Montero, estudié lo que le hicieron a Victoria Rosell. No les oí nunca amenazar con dejar sus responsabilidades públicas. Enfrentaron el lawfare defendiéndose hasta el último día. Y también hay esposas, esposos, hijos y niños pequeños en esas historias. El PSOE las empujó a los pies de los caballos con una cobardía y una hipocresía sólo comparable con la altura de la dignidad de los afectados. Algo de esa dignidad debería haber aprendido Sánchez. 

No deshumanizo el dolor de un presidente del Gobierno al que una asociación desprestigiada presenta una denuncia contra su esposa. Pero he vivido de cerca el dolor de los denunciantes de corrupción que sufren acoso mediático, pierden su trabajo, pierden a sus familias, pierden su estabilidad emocional, son objeto de querellas por los mafiosos y se tienen que defender pidiendo dinero prestado. Y sé que este gobierno no ha cumplido con su obligación de proteger a los acosados, de proteger al denunciante de corrupción. No se puede ser víctima y verdugo. 

Humanizo a los migrantes muertos en la valla de Marlaska. Humanizo a los migrantes que cumplen prisión acusados de ser patrón de patera tras los interrogatorios de Frontex. Humanizo al negro, al pobre y al débil. La humanidad no puede tener color de piel, ni tamaño de la cartera. Mientras, el Gobierno de Sánchez vive su luna de miel con el Reino de Marruecos, abandona el Sáhara y concede ciudadanía a ucranianos mientras expulsa en caliente a africanos. 

Que alguien le regale a Sánchez el libro de Ignacio Stampa El complot. Sánchez conoce perfectamente lo que permitió, esa campaña de desprestigio, difamación y falsedad que ahora dice sufrir, de presunción de culpabilidad, de demostración de la inocencia, el acoso mediático. En estos días podrá sentir lo que sufre el acosado medio, el que no vive en Moncloa, ni tiene el aparato del Estado de su lado, el que no tiene un futuro garantizado y un presente privilegiado. El que no puede rendirse. El libro de Stampa sí es un manual de resistencia. Resistencia de un ciudadano, su mujer y su familia contra la campaña de difamación del Gobierno de Sánchez para beneficio directo de Villarejo y sus compinches.  

Me pregunto qué pensarán en los campamentos del Sáhara cuando oigan al presidente del Gobierno Español hablar de dar ejemplo de dignidad, cultura democrática y del riesgo de la degradación del país en un mundo convulso y herido. Siento vergüenza. 

Nunca debió poner su situación personal por encima de un país, de un país que sufre y se desangra cada día. Amagar con irse es infantil en la vida normal, en un presidente del gobierno es de una irresponsabilidad pasmosa.  

Rendirse es un privilegio de clase. La humanidad, la familia, la dignidad, el dolor, la infamia... no deberían tener nombres, ni apellidos, ni raza, ni parentescos.  

Sigan ustedes con el teatro de la frivolidad partidista, perdonen que no me levante. Los ciudadanos que no compartimos la secta partidista seguiremos en el límite del sistema, sosteniendo la vida.

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