El fundador y presidente de la empresa de fabricación de vidrio tecnológico Tvitec, Javier Prado, recibirá este año el Botillo de Oro, el máximo galardón que entrega el Partido del Bierzo a “colectivos, personas, asociaciones e instituciones que luchan y destacan por su entrega, contribución y realce de las gentes que viven en esta tierra así como por darla a conocer fuera de ella”. Según avanzaron fuentes de Coalición por el Bierzo (CB), la entrega del premio tendrá lugar después de la Semana Santa.
En esta edición, la número 37, el jurado del premio decidió entregar el Botillo de Oro a Prado por su “incuestionable amor por su tierra”. “En uno de los momentos más difíciles de su historia, ve como con su iniciativa se atrae inversión de los distintos estamentos para innovar y fomentar empleo”, destacaron.
En ese sentido, subrayaron su contribución a la hora de impulsar y presidir una marca que “lleva el nombre de nuestra región por todo el mundo revistiendo los edificios más emblemáticos del planeta con la marca Bierzo de sus vidrios y tecnología”. “Javier Prado además es un firme defensor del desarrollo del Bierzo y en todos los foros donde se ha pedido su opinión, ha reclamado con cierta crudeza la falta de comunicaciones férreas y de autovías para nuestra región, verdadera piedra angular para obtener desarrollo y competir con igualdad de condiciones con otras regiones o países”, concluyeron.
La apuesta de Javier Prado por Tvitec, firma radicada en el Macropolígono del Bayo de Cubillos del Sil, contrasta con los problemas de su familia, Prado Ovalle, con la Hacienda pública. Cuatro personas de la familia figuran como personas físicas morosas desde la matriarca Concepción Ovalle Vallinas a sus hijos Isaac, Recaredo y Francisco Javier Prado Ovalle deben cantidades entre los 848.000 y los 2,1 millones de euros, en el último listado publicado a mediados del pasado año 2022.
La costumbre de dar a conocer en el martes de Carnaval el nombre de la persona que recibirá el máximo reconocimiento por parte del bercianismo tiene que ver con la antigua tradición de degustar el último botillo del año, el más grande y el más apreciado, en esta fecha, justo antes del inicio de la Cuaresma.