Los heroinómanos estaban tirados por las calles, pocos los querían cerca y faltaban herramientas para atenderlos. Por si fuera poco, cuando unos pioneros se pusieron en los años ochenta a la tarea de formarse para combatir la lacra de la drogadicción desde El Bierzo, se cuestionó la viabilidad de la iniciativa y la idoneidad de su responsable. Isaac Núñez ejercía por entonces como párroco en Las Ventas de Albares (Torre del Bierzo). ¿Por qué no era la persona adecuada? “(Decían que) porque era un iluso y un fantasioso”, cuenta al recordar el tira y afloja con el entonces obispo de Astorga, Antonio Briva Mirabent, hasta que en Roma constataron que estaba “perfectamente preparado” para dirigir Proyecto Hombre. La comarca abrió el tercer centro de esta entidad en España, tras los de Madrid y San Sebastián, y acaba de cumplir 40 años con el orgullo de haber salvado y reconducido muchas vidas, así como de haber diversificado su actividad para adaptarse a un escenario cambiante.
La epidemia de la heroína de los años ochenta en España se palpaba en las calles bercianas. La realidad resultaba “impactante”. “Los heroinómanos eran jóvenes, hombres sobre todo, pero también mujeres. Había en Bembibre varios casos de jóvenes de familias normales, incluso de bastante buena posición, y que estaban tirados por la calle y que sólo se dedicaban a consumir heroína. Y eso también se repetía en Ponferrada y en Fabero”, describe Isaac Núñez. La primera respuesta no cuajó el fracasar una iniciativa originaria de Valladolid y que trató, sin éxito, de implantarse en El Valle (Folgoso de la Ribera). La referencia pasó entonces a ser el italiano Proggeto Uomo, que desarrollaba una línea de atención y otra de formación. Núñez acabó viajando a Roma con Lucía Lordén, Conchi Prieto, Yolanda Busto y la religiosa Alsira, la base sobre la que se construyó Proyecto Hombre en El Bierzo.
Lordén, que había estudiado Magisterio en Ponferrada y ya había pasado por San Sebastián antes de ir a Roma, recuerda la toma de contacto con un mundo por entonces desconocido. “Nuestra formación no fue como la de ahora. Nuestra formación fue como si nosotros fuéramos los drogodependientes”, cuenta la terapeuta, una de las que abrió las puertas del centro de acogida ubicado en el salón parroquial de Cubillos del Sil para estrenar la actividad de Proyecto Hombre en la comarca el 9 de septiembre de 1985. No fue la primera opción. “Nadie nos quería cerca”, lamenta Isaac Núñez antes de situarse en aquella fecha histórica de la que acaban de cumplirse cuatro décadas. “Y llegaron Josefa y su madre”, dice Lordén al evocar a la primera usuaria, una mujer que completó todo el programa y llegó incluso a ejercer como terapeuta.
Los problemas siguieron creciendo. A la epidemia de la heroína pronto se unió el drama del sida. “Irrumpió entre el desconcierto general. Los médicos no sabían qué hacer y eran remisos a intervenir. No querían atender a los heroinómanos. Tenían miedo a contagiarse”, apunta Núñez. Las prestaciones también se fueron aumentando. Y lo hicieron en tiempo récord. Fue así como ya en febrero de 1986 abrió la segunda infraestructura, la comunidad terapéutica de Santibáñez del Toral (Bembibre), un centro durante años en ebullición y hoy reducido a usos puntuales que sirve de punto de encuentro para este reportaje de retrospectiva de 40 años. José Heras González, más conocido como Pepín en el pueblo, todavía no era pedáneo de Santibáñez, pero vivió desde el principio en primera persona el desembarco de la iniciativa. Proyecto Hombre y Santibáñez se retroalimentaron hasta conformar un matrimonio bien avenido. “Los usuarios jugaban al fútbol con los del pueblo”, ilustra.
Tuve que tocar fondo para darme cuenta y convencerme de que tenía que salir de ahí. Hasta entonces, iba salvando, seguías engañando, seguías trampeando
España, que había llegado tarde a plantar cara a esta problemática por aparecer todavía en tiempos de la dictadura, implementó ya en 1985 su Plan Nacional sobre Drogas. Proyecto Hombre, que durante años fue la principal referencia en el noroeste del país, cerró el círculo cuando abrió ya en 1987 su centro de reinserción sociolaboral en Cuatrovientos (Ponferrada). La concienciación social era otra vertiente fundamental de la actividad del colectivo. “Se hacían muchas charlas informativas. Se iba a todas partes a informar”, anota Lucía Lordén antes de que Isaac Núñez cite su presencia por entonces con un espacio semanal en los micrófonos de Onda Bierzo entrevistado por Yolanda Ordás. La concienciación individual a veces pasaba por escenas más expeditivas. “¡Entras para dentro o te corto el pescuezo!”, le espetó Pepín a un usuario al que veía remiso a las puertas de la comunidad terapéutica de Santibáñez. “Y luego me vio en Ponferrada y me dio las gracias”, añade.
La incorporación de usuarios resultó luego “gradual”. El ritmo de trabajo era muy intenso, sobre todo en la comunidad terapéutica, donde los profesionales convivían con los drogodependientes. “Estabas llevando el ritmo de vida de los drogadictos, que podían empezar a llorar y a gritar por situaciones de muertes o de relaciones familiares. Era un estrés grande para los terapeutas. Yo venía por lo menos una vez a la semana aquí para abordar toda esta problemática”, indica Isaac Núñez. Había que tratar una montaña rusa emocional, la del subidón por los casos de reinserción social o el bajón por los que quedaron por el camino. No hay dos casos iguales ni pócimas mágicas. “Yo recuerdo al primer chico que abandonó la comunidad. Pero se fue de la comunidad y al día siguiente fue al centro de acogida a pedir volver”, rescata Lucía Lordén.
El trabajo que hacemos con las personas básicamente es el mismo que al principio. Otra cosa son las circunstancias de cada uno. Ahora las familias no están tan involucradas. Pero el problema no es ni la cocaína ni la heroína ni el juego, sino que el problema está en la persona
Proyecto Hombre fue creciendo y redimensionándose al mismo tiempo. La iniciativa, que ya en octubre de 1985 abrió un seminario de información en León capital, amplió el espectro para atender otras adicciones hasta acompasarse con una realidad cambiante que hoy también mira a otros segmentos como el juego o las nuevas tecnologías. Tania Paz estudiaba Psicología y aprovechaba los veranos para hacer voluntariado práctico. “Buscaba hacerlo en prisión, porque a mí lo que llamaba era el tema de delincuencia, más que de adicciones”, cuenta. Pero en 2004 aterrizó en la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre. ¿Cuál fue el impacto? “A mí me gustó mucho la experiencia, la verdad. Me llamaba mucho. De hecho, alargué el período que iba a estar inicialmente”, responde Paz, que se acabó incorporando laboralmente en noviembre de 2007, primero también en Santibáñez. “Aquí estuve dos años. El primer año fue muy difícil. Fue muy duro. No marché de milagro. Por la intensidad, había una exigencia muy grande. Teníamos que cuestionar cuando algo no estaba bien. Y eso te exigía también ser modelo, aprender todo. De golpe eran muchas cosas; no sólo la terapia. Yo acababa de salir de la carrera”, reconoce la que desde enero de 2021 es la directora de Proyecto Hombre Bierzo-León-Fundación CALS (Centro Astorgano Leonés de Solidaridad). Ahora tiene una perspectiva global y más responsabilidad. “A mí me gusta mucho la parte terapéutica. Siempre que puedo, cuando hay alguna necesidad, me escapo para ahí”, admite.
Diego Alonso es de A Rúa (Ourense), en la vecina comarca gallega de Valdeorras, parte todavía de la Diócesis de Astorga, uno de los motivos por los que traspasó la frontera para acogerse a los servicios de Proyecto Hombre, nacido bajo el paraguas de la Iglesia católica, si bien es de carácter aconfesional, un modelo seguido en otros puntos de España. “Yo tenía problemas de cocaína y alcohol, que me llevaban también de terceras al juego. Tuve que tocar fondo para darme cuenta y convencerme de que tenía que salir de ahí. Hasta entonces, iba salvando, seguías engañando, seguías trampeando”, relata. ¿Cuándo notó que tocaba fondo? “Al verte acorralado sin más excusas. Yo llegué a estar sin salir de casa. Me drogaba en casa, en muchas noches de soledad, aislado”, contesta.
Tras un primer intento fallido en el centro de día, Diego Alonso acabó tomando conciencia de la realidad, que pasaba por estar internado. “La primera vez yo no veía que tuviera ningún problema. Y me inventé una excusa”, asume. “Y luego busqué un centro de ingreso. Yo quise estar interno. Me separé y me quedé solo en casa. Yo me conozco y sabía que así no tenía solución. Ya lo había intentado y no había funcionado, así que quise estar interno”, añade Alonso, que ha superado las fases hasta incluso empezar a ejercer como voluntario hace unos meses. “Y siempre les digo (a los usuarios) una cosa que es primordial, que es que tú tienes que querer. Como no quieras, da igual todo. Y a mí me sirve para ver dónde estuve, dónde estoy ahora y mantener la guardia alta”, concede.
La realidad ha cambiado desde aquellos ochenta con heroinómanos tirados por las calles. Tania Paz pone ejemplos: “El tema del consumo de mujeres está más invisibilizado. De hecho, muchas nos llegan porque están invisibilizadas en el ámbito sanitario y no se ha identificado tienen estos problemas. El abuso del alcohol está quedando camuflado detrás de otros problemas”. La directora remarca otra circunstancia que supone un cambio de paradigma: “Desde 2005 también está muy presente la prevención. Y a día de hoy las personas que atendemos en prevención casi están a la par de las que atendemos en tratamiento”. Y Paz reseña otra cuestión que revela un giro en la mentalidad: “Hoy los jóvenes son nuestro mejor boca a boca, sobre todo en Ponferrada. Son jóvenes que consumen, pero no tienen adicción. Que llegan porque han tenido una sanción administrativa. Ya no tienen la visión de los inicios, y eso se nota. Incluso animan a amigos a venir”.
Hoy los jóvenes son nuestro mejor boca a boca, sobre todo en Ponferrada. Son jóvenes que consumen, pero no tienen adicción. Que llegan porque han tenido una sanción administrativa. Ya no tienen la visión de los inicios, y eso se nota. Incluso animan a amigos a venir
El contexto varía, pero Lucía Lordén, que abrió las puertas el 9 de septiembre de 1985 y se jubilará el próximo 2026 tras haber visto de todo, mantiene una premisa al poner el retrovisor: “El trabajo que hacemos con las personas básicamente es el mismo que entonces. Otra cosa son las circunstancias de cada uno. Ahora las familias no están tan involucradas. Pero el problema no es ni la cocaína ni la heroína ni el juego, sino que el problema está en la persona. Y ahí es donde hay que ayudar”. La implicación del entorno ha cambiado también en la medida en que la drogadicción ha bajado muchos puestos en la escala de los principales problemas del país en la percepción de la ciudadanía. También se ha pasado de la alarma de enfrentarse a problemas desconocidos a normalizar consumos como el del alcohol. “Y ahora hablamos mucho”, precisa Paz, “de la persona consumidora de fin de semana Hay muchas personas que están haciendo un uso abusivo, y problemático, los fines de semana. Y que durante la semana se van manteniendo”. Son muchos de los que sienten que ellos no tienen un problema. “Siguen con la imagen del nivel de adicción que generaba la heroína”, dice la directora. El estigma, considera Diego Alonso, todavía está presente.
Proyecto Hombre puede, sin embargo, sacar pecho en El Bierzo y la provincia de León hasta presumir de su carácter pionero. “Yo creo que, socialmente, la valoración que se ha hecho es muy positiva”, sostiene Isaac Núñez, aquel “fantasioso” que lanzó una iniciativa que ha salvado vidas. “Se empezó en la peor época, cuando menos formación y conocimiento había. Y se salió adelante”, enfatiza Tania Paz. “Le dio mucha vida al pueblo. Y lo dio a conocer. Y aquí nunca hubo ningún problema”, recalca Pepín, siempre a mano, incluso como voluntario (“siempre estuve aquí para lo que hiciera falta”), en Santibáñez, donde se han hecho trabajos entre vecinos y usuarios. La perspectiva del tiempo da para otras lecturas como la que hace Lucía Lordén: “Tal cual se empezó, hoy no sería posible. De aquella se hizo desde la humanidad y desde la solidaridad; de ver el problema y buscar una solución. Y ahora no sé si cada uno vamos más a nuestro aire y hay más burocracia”.
Las reflexiones acompasan una celebración (este sábado 20 de septiembre con una gala especial en el Auditorio Ciudad de León a las 19.00 horas), la del 40.º aniversario de un colectivo que es un pilar de la sociedad en la provincia, hoy ya con sus servicios centralizados en Fuentesnuevas (Ponferrada) y la capital leonesa, quizá el producto de unos soñadores que lanzaron una iniciativa para resolver problemas a pie de calle, una filosofía que se mantiene cuatro décadas después.