La explotación energética de más de un siglo del Bierzo: del carbón a proyecto de 'macrogranja' renovable

Imagen de archivo de 2011 de la central térmica de Cubillos del Sil (León) en funcionamiento.

Elisabet Alba

El Bierzo ha visto durante más de un siglo cómo socavaban y dinamitaban su suelo para arrancarle de las entrañas incalculables toneladas de carbón que transportaban ferrocarriles y camiones hasta centrales térmicas e industrias propias y ajenas para quemarlo y generar energía eléctrica. Cuatro años después del cierre de su última explotación minera y dos de su última térmica, la comarca leonesa se enfrenta a un nuevo escenario, convertirse en una 'macrogranja energética' de molinos de viento, placas solares, centrales hidráulicas y de hidrógeno verde. Una tierra abocada, en definitiva, a perpetuarse como generadora y dadora de energía a costa de sus recursos.

La primera empresa minera del Bierzo se remonta a 1843, aunque no es hasta la década de los años 40 cuando se produce la explosión de minas con el Pozo Julia de Fabero como primera mina moderna. En el momento álgido de la explotación del carbón en la comarca leonesa se dio trabajo, según cálculos de expertos, a más de 45.000 mineros. Cuando en noviembre de 2018 cerró la última mina berciana, el Pozo Salgueiro de Torre del Bierzo, se hablaba de que el sector dejaba en el paro a unos 700 trabajadores directos.

Tal fue la importancia del carbón en la comarca leonesa que el gigante energético Endesa nació entre los años 40 y 50 en Ponferrada con la primera central térmica que extraía energía eléctrica de la quema de carbón, Compostilla I, hoy convertida en un museo de la energía inacabado por los cambios de políticas y gobiernos a nivel nacional. Ya entre los 60 y los 80 se creo la central térmica de Compostilla II, integrada como una única central más grande y moderna, adaptada a los nuevos tiempos en Cubillos del Sil, y la central térmica en Anllares del Sil.

Tras el cierre de las explotaciones de extracción de carbón tanto en interior como a cielo abierto y la negativa de las empresas privadas de adaptar sus centrales a las nuevas exigencias medioambientales de Europa, las térmicas decidieron también cerrar en el año 2020. Mientras tanto, una primera oleada de proyectos de energías renovables había ido coronando las cimas de algunos cordales bercianos con molinos de viento. Ahora, la comarca se ha convertido en objeto de deseo de gigantes energéticos que se ha traducido en los últimos meses en un auténtico chorreo de proyectos 'verdes' que llegan a plantear hasta tres diferentes en un mismo territorio como el pequeño municipio de Barjas.

Un reparto de la 'tarta energética' no exento de “especuladores”

“Las minas se cierran porque había un plan firmado para devolver las ayudas al carbón que implicaba el cierre si no se devolvía el dinero percibido por las empresas, pero sí hay un compromiso del Gobierno de mantener en el Bierzo el 1,4 gigavatios que producían sus centrales térmicas”, asevera el presidente del Consejo Comarcal, Gerardo Álvarez Courel, conocedor de que las grandes empresas del sector eléctrico y los “especuladores” se hayan apuntado, por ello, “al actual reparto” de la 'tarta energética'. “El problema que tenemos aquí es la riqueza de nuestro patrimonio natural, que choca con los proyectos presentados por esas eléctricas”, una problemática ante la que Courel lo tiene claro: “Debería prevalecer la preservación del patrimonio natural frente a la implantación de energías renovables que conviertan el suelo de nuestros montes en polígonos industriales”.

Endesa, propietaria de la central térmica de Compostilla actualmente en desmantelamiento y pendiente del derribo de sus torres, tiene en tramitación dentro de su proyecto de transición energética cuatro parques eólicos que sumarían un total de 400 megavatios de potencia con una inversión prevista de 350 millones de euros para la generación de 550 puestos de trabajo en su construcción pero apenas 20 una vez estén operativos, sin tener en cuenta el parque de Cabrera, el más grande de los que planteó, que finalmente “no se va a realizar”, apuntan desde la empresa.

Pero hay una eléctrica que supera de largo en ambición a Endesa, y esa es Capital Energy, que promueve más de 1.000 megavatios (MW) eólicos entre las comarcas del Bierzo y la Cabrera. A ellos se suman los 1.950 MW pedidos para la megacentral hidráulica reversible de Odollo, por lo que la cifra total ronda los 3.000 MW.

Según fuentes de la empresa, la construcción de toda la cartera eólica en las comarcas del Bierzo y La Cabrera conllevará la inversión de alrededor de 1.300 millones de euros y la creación de más de 4.300 puestos de trabajo directos, si bien durante la fase de operación y mantenimiento, Capital Energy generaría empleo permanente para unas 140 personas de la zona, calculan. “Estas cifras constatan que, con estos proyectos, la compañía fomentaría el desarrollo económico local y el asentamiento de población en la comarca del Bierzo, fuertemente afectada por el fin de la minería y el cierre de las centrales térmicas”, defiende la compañía.

Solo los proyectos presentados por Capital Energy ya superan la potencia que generaban las dos centrales térmicas que coexistieron en la comarca leonesa, la ya mencionada de Compostilla y la desaparecida en Anllares del Sil. Además, el gigante noruego Statkraft también pugna por hacerse con algún proyecto eólico en Barjas y otros operadores pequeños han pedido sus pedazos de 'tarta' en el reparto energético. La clave de tantos proyectos, que las infraestructuras eléctricas y la 'cuota' de energía quedan libres al cerrarse las centrales térmicas y su asignación a renovables es más fácil que partir de cero.

La transición energética del carbón a las renovables, ¿justa?

Ante el escenario del cerrojazo del sector de la minería que dio vida y alimentó a la comarca del Bierzo y, por qué no decirlo, a toda la provincia de León durante décadas, las administraciones superiores, dícese Europa, el Gobierno de España y la propia Junta de Castilla y León, empezaron a hablar de la necesidad de una transición energética a otro modelo de obtener energía, las renovables, a través de los recursos de la naturaleza.

Con el tiempo se le llegó a dar incluso el adjetivo de justa, “pero llegaba muchos años tarde. Hubo treinta o cuarenta años de impasse entre la decadencia de la minería y la puesta en marcha de nuevas políticas energéticas que se traducen en que llegó a haber 45.000 mineros y ahora se habla de 700 trabajadores 'excedentes' de la minería. ¿Dónde está el resto?”, se pregunta el economista y profesor en la Universidad de León, Pablo García-García.

García-García, que firma junto a Óscar Carpintero y Luis Buendía el estudio 'Limitaciones críticas de los actuales procesos de transición energética justa en el caso estratégico de León', resalta que de justa tiene poco teniendo en cuenta que crea, además, “desigualdades”: por un lado ofrece opciones laborales a perfiles 'junior', jóvenes altamente cualificados, o 'senior', experimentados y sin formación y, en sectores “muy masculinizados, olvidándose de las mujeres”. “No es una transición inclusiva. Abre brechas en el mercado laboral por edad y por género”, subraya.

De la misma manera, destaca que la minería ofrecía un proceso “continuo” de oferta y demanda de empleo que se extendía a todos los ámbitos de la economía y la sociedad, en cambio, “las renovables presentan una perspectiva muy desigual, con un tirón instantáneo de necesidad de trabajadores para su implantación pero que se pierde con el tiempo”. “Cambiar el carbón por renovables es algo más profundo. O debería serlo, aunque por ahora hay más proyectos que planes de cómo hacerlo y no está resultando tan ventajoso como se esperaba”, sentencia.

Las renovables tardan meses en igualar la energía que se utiliza para su puesta en marcha

Añadido a los argumentos del economista Pablo García-García, el presidente de la Plataforma para la Defensa de la Cordillera Cantábrica, Emilio de la Calzada, alude a la importancia desigual que parece estar dándosele hasta el momento a dos principios que Europa pone al mismo nivel: la preservación de los ecosistemas y la biodiversidad y el aumento de consumo de energías alternativas frente a los combustibles fósiles.

“Seguir con nuestras vidas como hasta ahora y sustituir el petróleo y el carbón por energías renovables no es posible”, vaticina, hasta el punto de que las renovables tardan meses en producir la energía que se utiliza para su puesta en marcha. “Un parque eólico tarda varios años en generar la energía eléctrica que supone solo el combustible de desplazar los molinos a las cimas de las montañas donde se instalan”, manifiesta tajante.

Precisamente en el Bierzo, una comarca 'metida' en una hoya, todos los parques eólicos están proyectados en sus picos más altos, “no dejan un cordal sin esos monstruos y tienen tanto o más valor los espacios naturales que se quieren destrozar que una empresa privada y extranjera quiera explotar el viento para su propio beneficio”.

“La transición energética debería empezar por el principio: por políticas de eficiencia energética, de ahorro y autoconsumo que no se están haciendo y no por seguir enriqueciendo a los poderosos. Según el último estudio de Oxfam, solo el 1% de la población aglutina el 60% de la riqueza”, reprocha, preguntándose por qué no se potencian las cooperativas energéticas para el consumo doméstico. “Vemos necesaria la transición pero hacerla con los parámetros que nos han traído hasta aquí y es difícil”, zanja apuntando que “Nos hemos 'comido' el carbón en una o dos generaciones”, y que eso “Fue un espejismo que no va a volver”.

Ahora lo que queda por delante son las tramitaciones de los proyectos energéticos por parte de las administraciones públicas que serán las que tendrán que dar el visto bueno ambiental o no para su instalación. En ese sentido, el presidente del Consejo Comarcal mantiene la esperanza de que “una cosa es pedir y otra conceder”, aferrándose al compromiso del Instituto para la Transición Justa (ITJ) de que “muchos de esos proyectos no van a prosperar” y no convertirán al Bierzo en una 'macrogranja' de energía 'verde'. “Se tiene que preservar lo que tenemos porque es lo que somos. Y, igual no se puede producir tanta energía como la que produjimos con el carbón”.

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