El físico Saúl Ares lidera un estudio pionero sobre la ‘célula mínima’ para entender “cómo fue la vida en su origen”

El físico berciano Saúl Ares, en el laboratorio del Centro Nacional de Biotecnología.

Laura Sánchez / Agencia ICAL

El físico berciano Saúl Ares, junto a Germán Rivas y en colaboración con el Instituto J. Craig Venter de Estados Unidos, intenta desentrañar todas las claves de la ‘célula mínima’, el organismo con el genoma más reducido capaz de vivir. La Fundación BBVA ha concedido 600.000 euros a esta investigación, dentro de la primera edición del programa ‘Fundamentos’. 

Saúl Ares trabaja en el Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ahora coordinará este trabajo, con una duración de tres años, cuyo objetivo es estudiar esta célula. “Es como el átomo de hidrógeno de la biología celular. Igual que para la física en el siglo XX fue muy importante conocer el átomo de hidrógeno, porque era el más sencillo de todos y porque sus reglas funcionan para todos, nosotros esperamos que aprender cosas sobre la célula mínima nos lleve a entender un montón de cosas sobre la vida en general. Qué es lo que separa lo vivo de lo no vivo”, explica Ares. 

Con este fin trabajarán tres laboratorios: el Centro Nacional de Biotecnología, en el que está el propio Ares y James Pellitier; el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, con un grupo liderado por Germán Rivas y el Instituto J. Craig Venter de Estados Unidos, con John Glass al frente.

Ares es el coordinador e investigador principal y todos ellos trabajarán con una célula sintética que se creó, precisamente, en el instituto estadounidense. “Éstas son las células vivas conocidas más sencillas que pueden vivir de forma independiente, con el genoma más sencillo que existe. Fueron creadas en el Instituto J. Craig Venter, que fue quien secuenció el genoma humano por primera vez”, explica Ares. “Ahora, partiendo de un micoplasma (un tipo de bacteria), fueron quitando genes para comprobar con cuántos era capaz de vivir. Llegaron a esta versión, que tiene en torno a 500 genes. Esa es la que vamos a estudiar”, añade. 

En todo el mundo hay unos 80 grupos estudiando este tipo de células. Pero lo que ahora se va a hacer, con Ares al frente, es diferente. “Dentro de este mismo proyecto tenemos una propuesta para, a partir de materia inerte, ser capaces de crear el mecanismo de una célula. En este sentido creo que somos una investigación única en el mundo. Se trata de simplificar lo máximo posible lo que está vivo y usando las mismas proteínas y elementos hacer más complejo lo que no está vivo”, continua. 

Aplicaciones futuras

El objetivo de este estudio es el conocimiento pero esto puede servir para muchas aplicaciones futuras en campos como la medicina. “Entender los mecanismos básicos de la vida va a tener aplicaciones en todo. Si sabemos mejor cómo funcionan las células, sabremos mejor cómo no funcionan, cómo pueden ocurrir las enfermedades. La medicina y las aplicaciones surgen de tener un conocimiento básico de cómo funciona la naturaleza”, asegura el físico. “Esta célula tan sencilla puede tener formas de funcionamiento que sean parecidas a las células primigenias. No se trata de rehacer esas células, pero sí puede haber paralelismos que nos hagan entender cómo fue la vida en su origen”, dice.

Aunque es imposible predecir nada concreto, Ares cree que se puede pensar en la posibilidad de que, en un futuro, se puedan expresar ciertas proteínas en bacterias que después se introducirían en el cuerpo y podrían funcionar como ‘medicamentos vivos’. 

Este equipo de investigadores cuenta con una amplia experiencia. Además de este estudio sobre la ‘célula mínima’, actualmente trabajan en comprobar cómo afecta la luz y la temperatura al crecimiento de las plantas, en la lucha contra el cambio climático. También en cómo atajar la resistencia a los antibióticos, que cada día causa más muertes, o en cómo las bacterias intercambian material genético entre ellas y en el desarrollo embrionario. 

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