El Munic de Carracedelo, un museo de cuento que hace cosas grandes desde el rural del Bierzo
El centro museístico recicla su colección original de fauna disecada para integrarla en las exposiciones temporales sobre las que pivota una reconversión que cumple cuatro años con 15.000 visitas
Érase una vez un museo en el corazón del Bierzo cuya historia tiene mucho de cuento. Somos cuentos se titula precisamente la última de las exposiciones temporales que han revolucionado el recinto. Abierto en 2009 sobre la base de la colección de animales disecados del taxidermista Solís Fernández y cerrado durante años, reemprendió la marcha en octubre de 2020 en medio de una pandemia en Carracedelo. Como si fuera una secuencia de La Cenicienta, el Munic ha pasado de calabaza a carroza. Tiene hada madrina: su directora, Silvia Blanco, que vuelve a obrar el milagro de dinamizar un centro ubicado en el rural berciano tras haberlo hecho ya en Cacabelos. Su declaración de intenciones es su propia pócima mágica: “Siempre pienso en grande. Y desde sitios pequeños se pueden hacer cosas grandes”.
Su reestreno fue algo así como un cuento de intriga. El Museo Natura Ibérica, con más de 1.500 piezas de ejemplares disecados, había agotado ya sus prestaciones cuando el Ayuntamiento de Carracedelo quiso dar otra vida al recinto, ubicado junto a su recinto ferial y al pie de la salida del kilómetro 399 de la A-6 (Autovía del Noroeste). Silvia Blanco venía de convertir al Marca (Museo Arqueológico de Cacabelos) en uno de los centros culturales más dinámicos del Bierzo. Y en el verano de 2020 recibió el encargo de hacer lo propio en Carracedelo. “Querían que se convirtiera en un museo actual. Y esa era precisamente mi idea”, cuenta. El caso es que su apertura en octubre de 2020 coincidió en plena pandemia del coronavirus, con restricciones sanitarias con las que hubo lidiar con una dosis extra de valentía para relanzar las instalaciones.
La primera premisa pasaba por respetar el pasado. Al nombre original, Museo Natura Ibérica, se le añadió al final la 'c' de Carracedelo y el logotipo del rebautizado como Munic reproduce a través de la 'n' la planta del complejo desde una perspectiva cenital. Y la propia colección permanente de fauna se integra en cada una de las exposiciones temporales. Fue fácil en la primera, Origen, la duda de Darwin, sobre el origen de las especies; hubo que darle alguna vuelta más para incluirla en las dos siguientes, Elemental, la historia de Sherlock Holmes y Cambio Climático, ahora o nunca; y se ha metido en la piel de la actual, Somos cuentos, que recrea 25 de los más populares en el mundo. Y así no ha hecho falta tirar de reproducciones para ambientar la Casita de Caperucita Roja. Aquí el lobo fue real.
El Munic se enmarca en un contexto con sus propias particularidades. “Los museos llegaron muy tarde al Bierzo. El primero, el Museo del Bierzo de Ponferrada, abrió en 1994”, hace notar Silvia Blanco, que suple la falta de una cultura museística arraigada en la zona trabajando desde la base. Y así los niños son unos de los grandes protagonistas del Munic. Apenas unos días después de la apertura de Somos cuentos, varios de los alumnos del CRA (Colegio Rural Agrupado) La Abadía de Carracedelo que hacen una visita en un viernes del mes de noviembre ya habían pasado por la exposición. Y algunos son usuarios de los talleres que, vinculados o no a la muestra temporal, también sirven para acercar a los críos al museo.
"La clave es la profesionalidad y estar muy abiertos a lo que le gusta a la gente", señala la directora del Munic, Silvia Blanco, al frente de un centro que mantiene el contacto con el público en el cara y cara y a través de las redes sociales
Parece salido del guion de un cuento que los chavales de Educación Infantil del CRA La Abadía estuvieran trabajando en el aula en torno a un proyecto sobre los cuentos antes de saber que precisamente ese era el leitmotiv de la nueva exposición del Munic. No es la primera vez, ya que también ocurrió como la muestra relacionada con el cambio climático. ¿Qué valor añadido obtienen los alumnos de la visita al museo? “Así lo ven de una manera más tangible. Se acercan a los contenidos por más vías. Y al final el aprendizaje es más significativo”, responden las maestras del centro Pilar Sernández y Vanessa Gómez, antes de citar la Casita de Caperucita y la propia fauna disecada como lo que más llama la atención de los chavales en un recorrido que se corona con la parte dedicada a Shrek. ¿Será con estas visitas más fácil que los niños sean usuarios de museos en el futuro? “El acceso a la cultura en todas sus formas es interesante. Y si visitan museos ahora, van a tener esa necesidad en el futuro”, señalan las docentes.
La utilización de lo lúdico le quita solemnidad al museo y a veces son los niños los que tiran de los padres para componer un plan de fin de semana inopinado en otras circunstancias. El resultado es que “el público fuerte” del Munic (tanto que sus estadísticas lo cifran aproximadamente en un 70%) es el familiar. “La clave es la profesionalidad y estar muy abiertos a lo que le gusta a la gente”, apunta Blanco al remarcar una filosofía que se descifra cuando oye comentarios de chavales como “aquí se viene a pasarlo bien” o “aquí dentro es la clase guay” sobre salas de exposiciones y estancias para los talleres. Otras veces se trata de mantener la intriga como la muestra sobre Sherlock Holmes, en la que los visitantes tenían que resolver un caso: “Y muchas familias la hicieron dos o tres veces”. Tras el impacto inicial de poner al usuario frente a las consecuencias del cambio climático, esta otra muestra ofrecía al final soluciones a modo de recetas: un cuento con su propia moraleja.
No hay muchas varitas mágicas para acercar los museos a los adolescentes, el tipo de público más remiso. “Hay un vacío en esas edades que es real”, admite Blanco al recordarse promoviendo hace años un taller con el Instituto de Cacabelos en el que el título ya era suficientemente expresivo: ¿Por qué los jóvenes no van a los museos? “Decían que había un vacío de información. Pero hacíamos actividades y tenían muy poca respuesta. Así que era como la pescadilla que se muerde la cola”. Pese a ese hándicap que trata de capear con una escuela de arte para niños y adolescentes, el Munic viene de cumplir tres años con unos resultados cuantitativos que también hablan por sí mismos: 15.000 visitantes y 2.000 niños participantes en los talleres. La misma pandemia que dificultó al arranque fue una 'aliada' cuando las restricciones sanitarias cerraron la movilidad entre provincias: “Y entonces hubo visitantes de todos los municipios del Bierzo”. Otra circunstancia teóricamente desfavorable como estar fuera de un casco urbano se convirtió en valor añadido por la facilidad de acceso y aparcamiento.
El acceso a la cultura en todas sus formas es interesante. Y si los niños visitan museos ahora, van a tener esa necesidad en el futuro
De la lectura cualitativa de los datos también se extraen otras conclusiones. La inmensa mayoría de los usuarios salen del museo “con una crítica muy positiva” y con la intención de recomendar la visita a familiares y conocidos. El Munic se esfuerza también en mantener el contacto, tanto en el cara a cara como a través de las redes sociales, una ventana abierta de forma permanente para reservar plaza en los talleres o para dar pistas sobre los contenidos de cada nueva exposición a medida que se va acercando su fecha de apertura. El período de gestación de cada muestra (compatible con la atención a las visitas en un centro que sólo cierra domingos por la tarde y lunes) se extiende por espacio aproximado de nueve meses hasta arrancar compromisos de participación altruista de ilustradores de prestigio internacional como los que aportan sus obras a Somos cuentos.
El Munic ha emergido con esas dosis extra de calidad sin las sinergias de estar en un núcleo urbano importante. “La única explicación es el trabajo”, sentencia Silvia Blanco, que cuenta con una plantilla compuesta por tres empleados eventuales (eran dos en los comienzos en 2020). Si hay que esbozar un secreto, su directora cita una frase casi a modo de lema: “Siempre pienso en grande (...). Y desde sitios pequeños se pueden hacer cosas grandes”. Lo hace “reivindicando” la figura de los profesionales de los ámbitos artístico y museístico y destacando que cuenta con “absoluta libertad” para trabajar. En una comarca como la berciana golpeada por la crisis general y la derivada del cierre de sectores emblemáticos como la minería del carbón y las centrales térmicas, admite que la sensación de “sociedad triste” que se palpaba ya hace tiempo en Ponferrada se ha trasladado al día a día del rural. Y, en esas circunstancias, pasarse una tarde por el Munic quizá sea “una válvula de escape”. “Necesitamos estímulos porque la recuperación no es de un día para otro”, concluye la directora de un centro dispuesto a seguir escribiendo una historia de cuento.
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