Quintana de Fuseros saca a la calle su tradicional Procesión de los Amortajados

Procesión de los Amortajados de Quintana de Fuseros.

Laura Sánchez / Agencia ICAL

El 3 de mayo no es un día cualquiera en la pequeña localidad berciana de Quintana de Fuseros, en el municipio de Igüeña. Esa mañana muchos vecinos se levantan y se visten de una forma poco común: con una mortaja, la que hubieran lucido en caso de haber fallecido. 

Se trata de una antigua tradición, una Manifestación Popular de Interés Turístico Provincial desde 2017, única en León, y con celebraciones similares, aunque no iguales, en algunos puntos de Galicia, como en Puebla de Caramiñal, o de Zamora, en Bercianos de Aliste. Con ella los amortajados dan gracias al Cristo de la Cabaña por seguir con vida tras haber superado alguna grave enfermedad o un accidente. 

La celebración de este sábado comenzó, como es habitual, en torno a las 11.30 horas, cuando los participantes se vistieron, se amortajaron, en la iglesia parroquial de San Claudio, para salir después en procesión hasta la ermita del Santo Cristo de la Cabaña.

“Esta procesión es una reliquia, una costumbre. Antiguamente era bastante frecuente agradecer a un Santo el haberte librado de algo. En este caso concreto se agradece al Cristo de la Cabaña haberte librado de una muerte casi segura por una enfermedad o por algo que hayas tenido”, explica la pedánea de Quintana de Fuseros, y una de las amortajadas, Rosalía Fernández. 

Tras colocarse los sudarios, la particular comitiva salió, siempre en absoluto silencio, camino de la ermita del Santo Cristo de la Cabaña, situada al lado del cementerio. Los amortajados visten ropajes de colores claros, principalmente blancos o colores similares, y las mujeres cubren sus cabezas con pañuelos. Todos ellos portan velas encendidas y los acompaña una imagen de la Virgen del Rosario. “Hay quien la considera tétrica, el hecho de que llevemos la mortaja, que representa la ropa que hubieras llevado si estuvieras muerto. Pero realmente es solo vestirse de esa forma para agradecer que eso no ocurrió”, subraya. 

Una vez en la ermita, todos participaron en la misa de los amortajados y, posteriormente, regresaron de nuevo en procesión a la iglesia, esta vez acompañados de la imagen del Cristo, que permanecerá en ese lugar hasta el 15 de mayo, día de San Isidro. Será entonces cuando de nuevo, en procesión, regrese a su lugar habitual y se bendigan los campos. 

El ofrecimiento

Procesionar amortajado no es una decisión propia. Según manda la tradición, alguien debe ofrecerte al Cristo y tras ello la persona que ha sido ofrecida es libre de aceptar o no. Muchos aceptan por creencias religiosas, por devoción al Cristo, por creer de verdad que les protege y les ha salvado de la muerte. Otros no son creyentes, pero llevan desde niños viendo esta singular cita y deciden continuar con la tradición. “Lo que se hace es ofrecer a alguien. Tú no te puedes ofrecer a ti mismo, alguien te tiene que ofrecer y es entonces cuando sales amortajado, salvo que no puedas por circunstancias personales o no quieras. En ese caso te sustituye quien te ha ofrecido”, cuenta Fernández. “Es un agradecimiento, nunca se le piden favores al Cristo”, aclara. 

Los vecinos de Quintana de Fuseros insisten en que no es una procesión “tétrica”. “Al contrario. Es una procesión de agradecimiento, por eso se va y se vuelve en silencio y la gente que le tiene fervor al Cristo de la Cabaña, lo vive muy intensamente”, reconoce. 

Los inicios

La Procesión de los Amortajados es muy antigua. Aunque se desconoce la fecha exacta de su inicio, ya se menciona en en el Catastro del Marqués de la Ensenada, en el siglo XVIII, donde hay referencias a la Cofradía de las Ánimas.

Este tipo de cofradías comenzaron a fundarse en torno a los siglos XV y XVI con el objetivo de auxiliar a los enfermos de gravedad, especialmente aquellos que eran pobres y carecían de recursos económicos para afrontar esas situaciones. Las cofradías les procuraban asistencia, también durante los funerales. A veces también se ayudaba económicamente a las familias de los difuntos. 

“Esta cofradía es la que inició la procesión, aunque no hay una fecha exacta”, dice la pedánea. Posteriormente, en torno al siglo XIX, la procesión se perdió ya que la cofradía desapareció. “A principios del siglo XX se retomó la costumbre y ya se realiza todos los años”, añade. “Siempre es el 3 de mayo, que es fiesta local en Quintana, en honor a la Santa Cruz”, puntualiza. 

La amortajada

Rosalía Fernández lleva cuatro años participando en la cita como amortajada. Por eso sabe bien cómo es el proceso y cómo se prepara la persona que vestirá los ropajes que hubiera llevado en su entierro. 

“Unos diez o quince días antes de la procesión se va y se paga la mortaja. Hay un encargado, que es Manuel Durández, -mayordomo de la Cofradía de las Ánimas del Cristo de la Cabaña-, que tiene en su casa las mortajas y las velas. Se va y se paga por ellas. Se puede coger de allí o, si tienes la tuya propia, la llevas de casa”, explica. “Las túnicas son siempre claras o con colores muy claros. Blancas, azul celeste o con flores discretas”, aclara. 

Fernández va en la procesión, a pesar de que ella no es creyente. “Yo no soy creyente. Yo he ido más por costumbre. A mí me ofrecieron y he querido seguir con la tradición. Soy respetuosa con ella y voy en silencio, en recogimiento y con mis pensamientos. Me siento bien. Lo sigo haciendo por costumbre, tradición o por si acaso”, ríe. “Lo sentimos como algo propio, es una procesión muy antigua y quedan muy pocas en España. Hay que mantenerlas, nos gusten o no, se sea o no creyente. No hacemos daño a nadie”, afirma. 

En el Museo Etnográfico de Mansilla de las Mulas se pueden ver dos de estas mortajas, donadas por el pueblo de Quintana de Fuseros, para que todos los que lo visiten sepan de esta singular tradición que se mantiene en el Bierzo. 

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