'Succesion': la codicia infinita

Los protagonistas de la serie 'Succesion', de HBO.

Antonio Boñar

Este espectador confiesa que la primera vez que tuvo noticias de esta serie que gravitaba en torno a las disputas de poder de una familia de millonarios, sintió cierta pereza: otra historia de ambiciones desmedidas y recurrentes alrededor del dinero,  ese tótem que mueve el mundo y es capaz de desnudar los rincones más oscuros del alma humana, sus deseos más turbios. Pero esa desgana inicial despareció al visionar los primeros episodios para transformarse irremediablemente en una adictiva urgencia por saber más de esta jauría humana, de la familia Roy y el séquito de solícitos asesores que pululan alrededor de la riqueza como moscas que gravitan hipnotizadas sobre un tarro de miel. 

Succesion es cruda y amoral como un talonario de cheques, un disparo seco en la conciencia del mundo que no entiende de maquillajes a la hora de retratar ese océano lleno de tiburones en el que se cuecen los entresijos más oscuros del negocio, los perversos hilos que manejan el capitalismo más desquiciado, el tablero de ajedrez sobre el que los poderosos juegan a romper las reglas del juego con el único propósito de alimentar su codicia infinita y vulgar. 

El creador de esta maravillosa ficción, Jesse Armstrong, nos desconcertaba con su propuesta inicial de contarnos en forma de drama familiar la peripecias de un anciano patriarca millonario que decide elegir entre sus hijos al heredero de su imponente conglomerado mediático. Una historia mil veces contada desde aquellas primeras parábolas bíblicas que buscaban inducirnos alguna enseñanza moral y hasta los juegos de tronos que vemos en la televisión contemporánea. Lo que finalmente hace que su relato elimine de un plumazo todos esos prejuicios que podríamos haber tenido de inicio es su forma de contárnoslo.

Succesion rebosa un humor negro y despiadado que ya nos engancha desde los primeros minutos de metraje. Es una sátira brutal sobre las relaciones familiares, la política o el poder de corrupción del dinero que apela a ese tipo inteligente que llevamos dentro. Su forma de perfilar todas esas pequeñas tramas que confluyen en la misma y eterna lucha de estos animales privilegiados y enfermos de poder es de una sofisticación apabullante, con la música de Nicholas Britell transportando la narración sobre una Valkiria hermosa y acechante, lírica y sibilina, dulce y oscura como un presagio cauteloso del corazón. Y con unos diálogos de un cinismo desbocado y afilados hasta extremos casi inverosímiles, retorcidos y lanzados sin piedad por un deslumbrante grupo de actores que crecen a medida que lo hace la serie. 

Etiquetas
stats