Cine

'Todo a la vez en todas partes': deconstruyendo el multiverso

Todo a la vez en todas partes, película ganadora de los Oscars 2023.

Antonio Boñar

El sorprendente éxito de Todo a la vez en todas partes en la pasada edición de los Óscar ha marcado también un punto de inflexión en cuanto a los cánones que hasta ahora explicaban el gran cine, ese que es susceptible de llevarse todos los galardones del año, que rebosa épica e historias de superación y que es capaz de llevar a toda la familia a la sala para ver un espectáculo que sólo alcanzaría su verdadera dimensión y belleza en la gran pantalla. Partiendo de esas mismas premisas la cinta que nos ocupa debería haber logrado únicamente cierta repercusión, y hasta puede que la catalogación de película de culto, entre los seguidores del cine más independiente o los amantes de rarezas pretendidamente filosóficas. 

Es curioso cómo esta película que pasó totalmente desapercibida cuando se estrenó en las salas europeas, obtuvo en cambio un inesperado respaldo de público y crítica en Estados Unidos. Pero en este mundo global sobra cualquier atisbo de esa condescendencia que muchas veces arrojamos los europeos sobre los americanos, porque en ambos lados del océano se cuecen habas y estaríamos hablando de la misma sociedad infantilizada a golpe de multiversos y superhéroes de Marvel que digiere cine como quién juega a la Play, de un nuevo tipo de espectador que huye de la más mínima reflexión cabalgando cintas ruidosas y aceleradas que no dejan ni un segundo para pensar, para digerir intelectual o emocionalmente lo que se nos está contando. El cine parece alejarse sin remisión de la literatura y el teatro donde nació para dirigirse a una expresión artística más espectacular y vacua. Porque no nos engañemos, por mucha confusión o esparabanes estilísticos conque aderecemos una historia, esas cuatro pulsiones que han adornado al hombre desde siempre no van a cambiar, las mismas pasiones con diferentes trajes.

Dan Kwan y Daniel Scheinert dan una vuelta de tuerca al manido concepto de multiverso, esa idea de que más allá de lo que vemos existen otros universos. Y esta traslación de esos paradigmas tan asociados al cine de superhéroes a una familia corriente y a una heroína inesperada, está entre lo mejor de su película. Porque no podemos negar la originalidad de su propuesta ni la imaginación desbordante (aunque también agotadora) que derraman sobre la pantalla. Conociendo la filmografía de estos dos realizadores ya podíamos sospechar lo que tenían en mente, su cine siempre ha basculado entre lo irracional y lo absurdo, entre el surrealismo y el caos formal. Lo malo es cuando su peculiar forma de contar historias no es tan graciosa o ingeniosa como pretenden. Cuando acabas exhausto y finalmente aburrido después de asistir a las infinitas y pretendidamente complejas peripecias que desfilan a velocidad de vértigo ante tus ojos, sólo hay dos explicaciones: o la película es una soberana tontería en términos absolutos, o el tonto es este espectador incapaz de discernir la supuesta brillantez que esconde este delirio.

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