Dos décadas de implicación con premio: Fina y Ana Navas reciben el Olivo de Plata de la Casa de Andalucía en el Bierzo

Fina (I) y Ana Navas (D) reciben el Olivo de Plata de la Casa de Andalucía en el Bierzo.

César Fernández

Fueron reacias a entrar. Pero luego se metieron hasta la cocina. Literalmente. Y así las hermanas Fina y Ana Navas, que llevan cada una dos décadas en la Casa de Andalucía en el Bierzo, se recuerdan muchas noches de las Fiestas de la Encina de Ponferrada preparando pescaíto frito y calamares en la caseta del colectivo hasta ya entrada la madrugada. Luego, y muchas veces entre una comanda y otra, se ponían el vestido y bailaban por sevillanas. Y así el trabajo es menor y el placer es mayor en el momento del año de más intensidad para una entidad que este domingo las ha recompensado con su mayor distinción, el Olivo de Plata.

Fina y Ana son también herederas de una estirpe, la de las familias que llegaron procedentes de Navas de San Juan (Jaén) hasta formar buena parte de la colonia asentada en Ponferrada. Trajeron mano de obra en tiempos del desarrollo económico de la zona al hilo de su condición de puntal mineroenergético (su padre arribó en 1949 coincidiendo con la puesta en marcha de la primera central térmica de Endesa) y también la Virgen de la Estrella hasta asentarla en la parroquia de Santiago Apóstol de Flores del Sil, uno de los barrios de la capital berciana de mayor implantación de andaluces. “Mis padres lucharon para salir adelante. ¡Qué pena que no pudieran estar aquí ahora!”, cuenta, emocionada, Fina sobre la cita con la que la Casa celebra el Día de Andalucía.

Nacidas ya en Ponferrada, Fina y Ana no acababan de decidirse a entrar en la Casa de Andalucía en el Bierzo. Fina lo hizo hace 20 años, uno antes que Ana. “Y al final nos metimos en todos los saraos”, señala esta última y entre ambas citan una retahíla de actividades que van desde el coro hasta el teatro pasando por el flamenco o los cursos de cocina, así como citas anuales desde el Carnaval y el Día de la Mujer hasta la Navidad con los villancicos sin dejar de acudir a fiestas e incluso bodas civiles. “Me parecía que no iba a estar integrada; y luego ha sido una pasada”, apunta Fina, que coincide con su hermana en citar la caseta por la Encina como la principal referencia: “Son días de mucho trabajo, pero cuando se hacen con cariño y a gusto, todo está bien”. “Ahí al final somos una familia”, añade Ana.

Con la progresiva desaparición de la generación de sus padres, el colectivo se fue ensanchando hasta acoger también a simpatizantes sin lazos familiares con Andalucía. La integración ha dado buenos frutos. “Hay un montón de jóvenes bailando sevillanas”, destaca Ana todavía con el recuerdo de su padre “cantando siempre en casa”. Lo lúdico se conjuga con el trabajo en una implicación que ahora tiene premio. “En cada lugar en el que podíamos aportar algo, allí estábamos mi hermana y yo”, cuenta Ana sobre una dedicación que ha asumido por elección: “Lo he hecho porque me gustaba”. Y como el tango dice que 20 años no es nada, ellas seguirán bailando por sevillanas. “Vamos a por otros 20 más”, concluye Fina. 

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