Durante mucho tiempo hubo un triángulo interconectado y perfecto en el que trenes, teleféricos, carreteras, minas, ríos y gentes autóctonas, de España y hasta de otros países, recorrían cada semana los tres puntos del triángulo impulsados por un gran motor alimentado de la energía del carbón y del agua.
Durante muchos años, Fabero, Toreno y Páramo del Sil fueron puntos referenciales para la minería española, residencia de miles de personas que aquí vinieron a establecerse para desarrollar una vida, mejor o peor, pero aquí, entre los ríos Cúa y Sil, abrigados en los profundos y verdinegros valles culminados por las alturas de Xistréu, El Miro, Ancares, Buchaneo...
Yo algo conocí, fui incluso parte de ese trasiego de energía y gentes, algo viví de la prosperidad de estos tres municipios del noroeste de León, al norte del Bierzo.
Hoy vuelvo de vez en cuando para ver cómo va todo, para seguir recorriendo algún camino de Argayo, de Librán (Tsibrán) o de Valdepráo. Pero ese motor infinito ya no ruge.
Y no suenan trenes ni vuelan los baldes de carbón por encima de Anllares, pero el paisaje sigue, quizás esperando... quién sabe a qué. Quizás dignidad, un futuro digno y posible para los pueblos que aún se resisten a apagarse, como hicieron ya lavaderos, economatos, térmicas y minas.
Energías verdes, turismo sostenible, recursos agroalimentarios, autovías a Asturias, recuperación de trenes... son muchas las ofertas para cubrir tanta demanda de atención, una atención desatendida por las administraciones que no supieron gestionar los fondos europeos para ahora tener algo de donde tirar, y que a todo ello se suma la terrible decadencia poblacional que sufre el noroeste español.
Pero el paisaje, el Sil, el Cúa... ahí siguen. Igual si les escuchamos, sacamos algo. Pero esta vez, respetando su integridad.
Alejandro Díez es divulgador del patrimonio natural de la provincia leonesa a través de La Senda del Hayedo