Manuel Ovalle, el reportero gráfico que iluminó el ataúd de Franco: “Pasamos entonces del blanco y negro al color”

Manuel Ovalle, a la izquierda con bigote y gabardina en el cierre del ataúd de Francisco Franco y a la derecha con su libro 'Ovalle, reportero gráfico'.

César Fernández

“¡Luz, Ovalle, luz!”. A Manuel Ovalle (Ponferrada, León, 1955) le tocó hace ahora 50 años iluminar un mundo que se apagaba. El berciano, que luego sería el reportero gráfico de televisión más longevo de España, abría entonces su carrera profesional mientras el país cerraba una etapa histórica. No son los únicos contrastes de un episodio que tuvo un toque personal añadido cuando empleó la chaqueta que iba a ser la de su boda para ir a un velatorio, el del dictador Francisco Franco. Y la tecnología también iba a aportar su propio simbolismo al incorporar precisamente en esos días una novedad en las filmaciones. “Pasamos entonces del blanco y negro al color”, rescata sin eludir que las connotaciones de la frase van más allá de lo tecnológico.

“¡Luz, Ovalle, luz!”. El reportero gráfico, que entró en Televisión Española (TVE) en noviembre de 1974, se había desplazado a Galicia para cubrir el que sería el último veraneo de Franco. Las temperaturas eran otras cuando, ya entrado el otoño, el dictador enfermó. Ovalle recuerda el frío de las primeras guardias a las puertas del Palacio de El Pardo. El berciano era por entonces ayudante de filmación. “El que le daba el botijo al filmador”, resume para destacar que por entonces todavía se grababa con película de cine. Y le pedían “luz” porque portaba por entonces unos flashes autónomos. “Pesaban casi 20 kilos, eran como la batería de un coche”, evoca al rememorar cómo distintas personalidades entraban y salían de El Pardo, donde Franco fue ya sometido a una operación de urgencia a principios de noviembre.

Cuando el dictador agoniza ya en el Hospital La Paz, el entonces ayudante de filmación ha tenido que aplazar su boda, prevista precisamente para finales de ese noviembre de 1975. Ovalle, que apenas tiene entonces 20 años, había comprado en septiembre el traje. Y se recuerda en el hall de La Paz “haciendo sonido” en las comparecencias del equipo médico habitual para dar a conocer el parte del estado de salud de Franco. “Había allí mucho trajín”, dice sin dejar de reconocer que de aquella no era consciente de hipotéticos movimientos para prolongar artificialmente la vida del paciente con la idea de controlar el proceso político posterior. El berciano llevaba entonces justo un año en TVE, los primeros meses compatibilizando clases teóricas por la mañana con las prácticas por la tarde. El veraneo en Galicia del jefe del Estado había sido precisamente una de sus primeras coberturas fuera de Madrid.

Yo estaba asustado. recuerdo cómo me sudaban las manos y cómo me temblaban las piernas

Manuel Ovalle Reportero gráfico de televisión

Franco murió el 20 de noviembre. Y al berciano le tocó luego trasladarse al Palacio de Oriente, donde se veló al cadáver primero con largas colas de gente sin dejar de anotar el contraste entre antiguos combatientes que se cuadraban brazo en alto y “jóvenes muy modernos, con pendientes y pantalones bombachos”. Ovalle no intervino en la filmación de esas colas, pero sí en un momento todavía mucho más solemne: el cierre del ataúd en la mañana del día 23 de noviembre. Tanto que el protocolo obligaba entonces a llevar camisa blanca, corbata negra y una chaqueta oscura. Fue entonces cuando se acordó del traje de boda y le pidió permiso a su prometida para estrenar la chaqueta antes de tiempo.

Manuel Ovalle con su libro de 47 años de reporterismo televisivo.

Apenas un puñado de periodistas presenciaron aquella secuencia histórica. Manuel Ovalle acompañaba al filmador de TVE Gabriel Flores. Su misión volvía a consistir en dar luz. Y tenía que asumir otra función más delicada: la de cargar y descargar el chasis de la cámara y manipular la película en unos sacos oscuros para evitar que se velara y dejarla lista para que un conductor la trasladara a los estudios de Prado del Rey. La transmisión y la conservación de unas imágenes que quedarían para la memoria histórica de España estaban literalmente en sus manos. “Y recuerdo cómo me sudaban las manos y cómo me temblaban las piernas”, reconoce sin obviar la responsabilidad que aquella misión suponía para un joven de apenas 20 años de edad.

“Yo estaba asustado”, admite. ¿Y cómo estaba el país? “Se vislumbraba que iba a haber un cambio”, responde al subrayar cómo en Radio Televisión Española fueron progresivamente asumiendo cargos de dirección personas no vinculadas al régimen hasta propiciar una nueva era. “Yo no quisiera volver hacia atrás”, contesta al ser preguntado por el repunte de discursos incluso amables con lo que representó la dictadura. Iñaki Gabilondo era director de Informativos de TVE cuando el 23 de febrero de 1981 se produjo el intento de golpe de Estado en el Congreso de los Diputados para provocar una involución política. Manuel Ovalle también estaba allí.

Y es que el reportero gráfico berciano se fue acostumbrando a dejar testimonio de otros momentos históricos, a veces oscilando entre el drama de guerras como las de los Balcanes o Irak o la alegría del Mundial de fútbol victorioso para España en 2010. El país vivía en noviembre de 1975 en la incertidumbre por un punto y aparte en su historia. Ovalle quedó inmortalizado en aquel momento del cierre del ataúd por una fotografía publicada por la revista La Actualidad Española. El entonces ayudante de filmación, que cuenta esta y otras historias de 47 años de trayectoria en el libro escrito con la periodista Ana Martín Ovalle, reportero gráfico y en su página web manuelovallealvarez.com, luce con bigote y una gabardina. “Me dijeron que no podía entrar con la gabardina. Pero yo quería ponérmela por encima para proteger la chaqueta”, se excusa. Manuel Ovalle se acabó casando a finales de diciembre de aquel año. España iba a cambiar (sólo un año después se aprobó la Ley para la reforma política, la que abrí la puerta a la llegada de la democracia) y el berciano acabó alquilando un frac. Nunca más se puso aquella chaqueta.

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