El físico berciano Pablo Ares es uno entre miles: seleccionado entre los 3.474 que presentaron proyectos al primer nivel de ayudas del Consejo Europeo de Investigación; uno entre cientos: 209 avalados en la rama de ciencias físicas e ingeniería; y uno entre decenas: 36 españoles que recibirán financiación para desarrollar sus propuestas investigadoras. Pero más que como un elegido, todavía se ve como una especie de aspirante. Ares, que nació en 1980 en Newark (Nueva Jersey, Estados Unidos), a tiro de piedra de Nueva York, utiliza un símil cinematográfico: “No es como si me hubieran dado un premio Óscar por una película, sino como si hubiera convencido a los productores de que va a ser muy buena y me dieran financiación para hacerla”. Ahora dispone de cinco años a partir de enero para liderar una iniciativa que tratará de determinar cómo los defectos en materiales bidimensionales (también conocidos como materiales 2D y llamados a estar presentes en los futuros dispositivos electrónicos) afectan a su transporte de calor.
Como si fuera una película, la trayectoria profesional de Pablo Ares tiene un leitmotiv: los microscopios de fuerzas atómicas. El filme cuenta también con protagonistas: materiales bidimensionales como el grafeno, que se coló hace años en la agenda política de las cuencas mineras al sugerir su obtención a partir de carbón como alternativa al cese de extracción para su uso en las centrales térmicas. El científico, que ya estaba en Ponferrada cuando cursó el parvulario y la EGB en el Colegio Peñalba para hacer luego la ESO y el Bachillerato en el Instituto de Educación Secundaria Álvaro de Mendaña, se licenció en 2003 en Física por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó hasta 2014 en la empresa Nanotec Electrónica SL para regresar al ámbito académico, concretamente a la Universidad Autónoma de Madrid, desde la que, con paso intermedio por la Universidad de Manchester, ha llegado a ser elegido para desarrollar un proyecto financiado por el Consejo Europeo de Investigación.
La trama de su trayectoria, la de un alumno brillante ya en las aulas en Ponferrada, no es lineal. Hay giros de guion como el que se produjo en 2014 cuando cerró la empresa Nanotec Electrónica. Surgida de un laboratorio de la Universidad Autónoma de Madrid en 1998, sus dueños mantuvieron el contacto con la institución académica, en la que el berciano entró ese mismo 2014 como profesor ayudante y realizó el doctorado en Física de la Materia Condensada y Nanotecnología. Pablo Ares ya se había especializado en microscopios de fuerzas atómicas. Y para investigar sobre materiales bidimensionales puede decirse que encontró las mejores localizaciones al arribar en 2017 como investigador a la Universidad de Manchester, una de las más prestigiosas del mundo en esta materia. “Fue allí donde se descubrió el grafeno”, remarca el físico, que dio una charla sobre este material en 2018 en el Colegio Diocesano San Ignacio de Ponferrada.
No estaba tampoco en el guion que el berciano prolongara su estancia en el Reino Unido hasta 2020. “No pensaba estar tanto tiempo. Cristina, mi mujer, estaba en Madrid”, admite quien llegó como investigador asociado y accedió luego a las prestigiosas ayudas europeas Marie Curie para extender esa etapa como investigador postdoctoral. Pendiente de viajar a España en marzo de 2020 para asistir a un congreso científico, pudo pasar el confinamiento trabajando on line a mitad de camino entre Madrid y Ponferrada, donde en un ordenador portátil acompañando a su padre en un hospital de la capital berciana pergeñó un primer asalto fallido con una temática diferente a las ayudas del Consejo Europeo de Investigación. Por el medio se asentó como profesor ayudante doctor en la Autónoma de Madrid, donde combina la docencia con la investigación hasta convertirse en 2022 en investigador Ramón y Cajal, otro marchamo de calidad en su currículum.
Sin embargo, no ha sido tanto el currículum como la idea el factor que lo ha llevado ahora a ser seleccionado por el Consejo Europeo de Investigación para sus ayudas catalogadas como Starting (para aspirantes que presentaron su tesis doctoral hace entre dos y siete años), el primer escalón seguido de las Consolidator y Advanced (para investigadores con más experiencia y por más financiación). Pablo Ares hizo un segundo intento en 2023, año en el que se quedó en la fase final de la entrevista con un proyecto enfocado ya al transporte de calor. En 2024 presentó una iniciativa más específica, volcada en estudiar los efectos de defectos como la falta de un átomo o una arruga en un material en el calentamiento de dispositivos de los más variados tamaños: “Hoy en día ya todo lleva chips”. Su aplicación práctica será la de poder ayudar a diseñar dispositivos “más eficientes y con mejor rendimiento térmico”.
Por seguir tirando del símil cinematográfico, no ha sido tanto la filmografía como el guion la clave en la selección de la propuesta, denominada Tuning Heat Transport in 2D Materials with Defects, sincopado como HeatT2Defects (algo así en la traducción como Calor a los Defectos, incluyendo en medio un guiño a los materiales 2D). Con la “excelencia científica como principal criterio”, el científico berciano subraya la apuesta del Consejo Europeo de Investigación por iniciativas “disruptivas” enmarcadas en proyectos denominados high risk-high gain (alto riesgo-alta ganancia). “La clave no ha sido tanto el currículum como la idea rompedora”, insiste Ares, que ahora podrá ponerse al frente de una superproducción. Ha agotado el límite de tiempo para empezar en enero un trabajo de cinco años con un presupuesto de 1,5 millones de euros que dividirá en tres apartados principalmente: la contratación de personal (investigadores postdoctorales y predoctorales, así como personal técnico), la compra de instrumental y material de laboratorio y la divulgación de los resultados a través de publicaciones científicas y participación en congresos.
En España hay que hacer la investigación más atractiva para los que empiezan. Si no, se irán a empresas. Habría que consensuar un pacto por la ciencia para que la financiación fuera lo más estable y predecible posible
Pablo Ares dedicará un 75% de su jornada a este proyecto, que combinará con otras investigaciones y la docencia, que también servirá en cierto modo como válvula de escape. “Dar clase me gusta. Y también es una manera de oxigenarme”, dice el berciano, hermano del también físico Saúl Ares, que ha centrado su trayectoria en el Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) hasta ser uno de los expertos de referencia durante la crisis sanitaria del coronavirus.
La selección de proyectos por parte del Consejo Europeo de Investigación es una buena manera de poner el termómetro al estado de salud de este ámbito en España, el sexto país en la clasificación con 33 proyectos elegidos (36 liderados por españoles, algunos de ellos desde fuera del país) de un total de 494 en todas las ramas (ciencias de la vida, ciencias sociales y humanidades, además de ciencias físicas e ingenierías). La lista la encabeza Alemania, con 98 propuestas seleccionadas. “Las condiciones en España no son las mejores”, arranca Pablo Ares para precisar: “No sólo se trata de más dinero, sino de otras cuestiones como reducir la carga burocrática y dar más facilidades para contratar”. El físico berciano pone el acento en las condiciones de los contratos a investigadores predoctorales: “Hay que hacer la investigación atractiva para los que empiezan. Si no, se irán a empresas”, concluye.
Con una perspectiva de más de dos décadas desde que se licenció en Física, ve una línea fluctuante en las inversiones en investigación, en los últimos años de trayectoria ascendente en virtud de la aplicación de fondos europeos destinados a combatir los efectos de la pandemia. El reto sería poner recta esa línea imaginaria. “Aquí habría que consensuar un pacto por la ciencia para que la financiación fuera lo más estable y predecible posible”. Pablo Ares, que ya en 2016 lideró un trabajo con el que se consiguió aislar por primera vez un nuevo material bidimensional denominado antimoneno, se prepara ahora para afrontar un reto todavía mayor que incluiría como última fase la realización de componentes térmicos para controlar el calentamiento de los dispositivos. Y busca un final feliz.