El renacer de un pueblo sin carretera: los caminos que conducen de Valencia, Colombia y Malí a Fuente de Oliva

César Fernández

León —
19 de marzo de 2025 22:17 h

Ahora que en la España vaciada se buscan caminos para hallar soluciones a la despoblación, el de Fuente de Oliva (Balboa, León) no iba a ser recto. Acostumbrados a serpentear por una pista para acceder al pueblo, sus lugareños trazan su futuro en una línea que se proyecta sobre su pasado. Desde África llegaron hace casi noventa años Regulares para contener a los guerrilleros antifranquistas; y ahora reciben gentes del mismo continente que trabajan en la vecina Galicia. Hay varias maneras de contar el renacer demográfico de esta localidad ubicada en una encrucijada de fronteras en el extremo occidental de la provincia leonesa. Y una de ellas es que en el mismo edificio en el que vivieron militares marroquíes durante la Guerra Civil se formen ahora ciudadanos de Malí o Sudán que alcanzaron las costas españolas en patera.

La segunda manera entronca con un pasado mucho más cercano. Una de las casas rurales que funcionaron hace años en la localidad y tuvieron que cerrar es ahora lugar de alojamiento de los nuevos vecinos, tanto de los africanos como de otros llegados de otros puntos tan dispares como Colombia. Y es que también recibe a becarios de un curso de bioconstrucción, la técnica que se está empleando para remodelar aquella vieja construcción que cobijó a un retén de Regulares y convertirla en un centro de idiomas en el que una gallega de Valdeorras, Helena Fernández, y un inglés, Andy Lever, ya están dando clases a distancia con una línea vía satélite. Lo hacen (valgan todas las paradojas) en un pueblo al que no llega la carretera, pero que ya aspiró, sin éxito, a ser sede de la Agencia Espacial Española.

La tercera línea apunta directamente al futuro. Fuente de Oliva, que compone junto a las vecinas Castañeiras y el Portelo una Junta Vecinal de una veintena de vecinos censados, ya era de algún modo Fuenteovejuna, por la unión demostrada para reivindicar el asfaltado de los tres kilómetros que la separan de la carretera hasta el punto de amenazar con pasarse administrativamente a Galicia. Y ahora es también Fontedevida, el nombre de la asociación sociocultural recién nacida para dinamizar el día a día sin olvidar la reclamación del acceso al pueblo. El colectivo ya ha lanzado la primera actividad, muy en consonancia con su filosofía de revitalizar el medio rural por encima de las fronteras administrativas: un concurso escolar de redacción para alumnos de los centros más cercanos (Cervantes y Piedrafita del Cebreiro en Lugo; Vega de Valcarce y Villafranca del Bierzo en León). El título es '¿Qué es para ti ser de pueblo?'. El premio (en tiempos de sociedades individualistas) no será para un alumno, sino para todo el centro, y consistirá en pasar un día de convivencia en Fuente de Oliva.

Cuentan que los Regulares marroquíes quemaban un carro de leña al día para calentarse en esta localidad que ronda los 1.100 metros de altitud en tiempos en los que los guerrilleros antifranquistas se refugiaban en los montes. Fueron los propios vecinos del pueblo los que ya en los años sesenta trasladaron también en carros los postes de la luz. La carretera nunca llegó. La Diputación de León habilitó en los noventa una pista, que en función del clima puede volverse impracticable en invierno. Hubo visitantes que dieron la vuelta a mitad del camino y otros que llegaron llorando al verse apurados por las cunetas a las dos casas de turismo rural que funcionaron hace años. Como el sentido del humor está en su ADN, los lugareños pusieron entonces sobre un árbol el letrero 'Sigue, que vas bien'. Y uno de esos alojamientos se reutiliza para servir de vivienda a varios africanos que trabajan para una empresa gallega montando paneles en naves industriales (y que aprenden el idioma sorteando el hándicap de no saber leer ni escribir) y a un colombiano que cruzó el charco, llegó a Gijón y terminó en Fuente de Oliva, ahora para aprender técnicas de bioconstrucción.

El colectivo convoca un concurso de redacción escolar que se titulará ‘¿Qué es para ti ser de pueblo?’. El premio será para todo el colegio y consistirá en pasar un día en la localidad

Las paradojas se multiplican en un pueblo que se deshabitaba en invierno y al que regresaban en verano vecinos que acabaron por establecerse durante el año en otros puntos del entorno. “Pero es que ahora casi va a haber más gente en invierno que en verano”, cuenta el pedáneo, Fernando Cerezales, miembro y portavoz de la Asociación Fontedevida. El resultado parece algo así como el más difícil todavía para una localidad a la que no llega ni el cartero (deja el correo en Balboa, la cabecera municipal) ni Amazon (deja los paquetes donde se acaba el asfalto, Castañeiras por un lado y Ruideferros por el otro). “Y para tirar la basura hay que desplazarse tres kilómetros”, añade Cerezales al señalar que los movimientos para pasar a Galicia (lo que obligaría a mayorías cualificadas en parlamentos nacionales en los que prima la discordia) y para postularse a ser sede de la Agencia Espacial Española (recabó apoyos institucionales en la zona, pero acabó recayendo en Sevilla) fueron trampolines para propulsar la visibilidad de sus reivindicaciones.

Ahora Fuente de Oliva, que estuvo a punto de despoblarse, cuenta con 10 vecinos censados, de los que la mitad proceden del extranjero (los africanos llevan las últimas semanas residiendo fuera). El renacer demográfico se consolidará próximamente con la llegada de una pareja compuesta por un valenciano y una berciana de Villafranca, ya implicados en una asociación que alza la voz para “retomar la puesta en valor del entorno natural y lanzar un grito de esperanza a la sociedad en general, reivindicando las costumbres ancestrales, la solidaridad entre aldeas, y subrayando la identidad y derechos de sus habitantes”, reza un escrito publicado por el colectivo a través de las redes sociales.

El esfuerzo titánico por recuperar un pueblo se acompasa con un sentido del humor a prueba de contratiempos que vuelve a aflorar cuando a Fernando Cerezales se le pregunta por el motivo de la elección de Fontedevida como nombre para la asociación. “Estamos solos ya estaba pillado”, sonríe al otro lado del teléfono el pedáneo de una localidad sin carretera, pero que ha abierto varios caminos para trazar la senda de su futuro. 

“Llegamos por descarte y nos quedamos por convicción”

El último camino hacia el renacer de Fuente de Oliva es fruto de una aleación. Neil es un químico valenciano y Estrella una filóloga clásica berciana. Se conocieron en un examen de inglés en Valencia y vivieron al mismo tiempo, pero en lugares distintos, en Francia. Hasta que constataron que la ciudad no era para ellos. “Cuanta más población, menos humanidad”, dice Estrella como si fuera una de las fórmulas químicas que estudió Neil. Ella regresó a la casa familiar de Villafranca del Bierzo y él aterrizó para hacer el Máster de Enología… que la Universidad de León acabó eliminando en Ponferrada, y ahora trabaja en la empresa Tvitec en Cubillos del Sil. Buscando las ramas del árbol genealógico de Estrella, aterrizaron en Fuente de Oliva. “Ahí sólo se subía para los entierros”, les dijeron en los alrededores. Y allí, ahora, quieren construir su hogar.

Neil, que nació en Godella (Valencia) hace 24 años, habla de “gran salto de fe”, el que van a dar con la voluntad de establecerse cuanto antes en Fuente de Oliva. “Llegamos por descarte y nos quedamos por convicción”, exponen tras relatar cómo aprovechaban los fines de semana para recorrer los valles de Balboa, Valcarce y Barjas detrás de los antepasados de Estrella, berciana de Villafranca de 23 años de edad. Ella, que estudió Latín y Griego, traduce en palabras las sensaciones que percibieron cuando buscaban un lugar donde vivir en el medio rural: “Volver al pueblo está muy mal visto, sobre todo cuando eres joven. La generación de nuestros padres lo concibe como un fracaso”.

El punto de inflexión se produjo cuando, en noviembre de 2024, se pusieron a escarbar en la genealogía en el entorno de Fuente de Oliva sin saber que no tenía conexión por carretera. Lo que encontraron no fue un pueblo. “Es un asentamiento humano”, define Neil. Fuente de Oliva no es para ellos uno más de los 8.132 núcleos de población que resume la estadística de España. “Allí nos encontramos gente culta”, afirma él. “La población es muy inquieta intelectualmente”, abunda ella hasta considerar a los lugareños “abiertos a la innovación, el progreso y el desarrollo”. Fue así como fueron trabando relación, primero con Helena y Andy, y luego con el resto.

Volver al pueblo está muy mal visto, sobre todo cuando eres joven. La generación de nuestros padres lo concibe como un fracaso

Neil y Estrella ya han acordado con Fernando Cerezales acondicionar una de sus propiedades para instalarse todo el año en Fuente de Oliva, a una hora aproximadamente de distancia del trabajo del primero en Cubillos. La falta de acceso por carretera, que condiciona las comunicaciones sobre todo con lluvia y nieve, no es un hándicap. Convencidos de que “tarde o temprano” habrá asfalto hasta el pueblo, muestran su disposición a ensamblarse en una población que ya en los años sesenta acarreó por sus propios medios los postes de la luz. “No queremos que vengan a ayudarnos. Sí necesitamos una inversión de la administración para la carretera. Pero el resto queremos hacerlo nosotros con nuestras propias manos”, proclaman. “Eso sí, que luego no vengan a hacerse la foto”, añaden al citar cómo, tras muchas quejas vecinales, se acondicionó la carretera del Alto de El Portelo porque pasó la última edición de la Vuelta Ciclista a España. Y es que son muy escépticos con los recurrentes discursos sobre la España vaciada: “Eso está en la boca de los políticos, pero no en su mente”.

“Fuente de Oliva es el único sitio con futuro inmediatamente reconocible por la gente. El pueblo lo hace la gente”, sentencia Neil, que analiza la concepción actual del turismo rural como “un problema” al “dejar dinero”, pero a costa de perder señas de identidad como el sector primario. “Habría que apostar por un turismo rural a pequeña escala y de calidad”, sostiene para imaginar un futuro con una cantina y hasta una panadería, con voluntarios que ayuden a desbrozar el entorno para impedir que sea un polvorín en verano, con las puertas abiertas al desarrollo de proyectos emprendedores gracias también a las nuevas tecnologías. Ellos, que formarán la generación más joven del pueblo y que ya se han implicado en la gestión de la Asociación Fontedevida, llegan a una conclusión al introducir en la ecuación un último elemento que garantiza el éxito de la fórmula: “Vamos a por todas y como una piña. Y el pueblo triunfará porque está basado en una idea de comunidad”.