Ruta para empaparse de cultura y refrescarse por dentro y por fuera en Vega de Espinareda

El río Cúa a su paso por la playa fluvial de Vega de Espinareda, bajo su Puente Romano.

Elisabet Alba

La ola de calor no da tregua en la provincia de León que sigue batiendo récords de altas temperaturas para un mes de julio. Por eso, este fin de semana desde ILEÓN no te vamos a recomendar una 'rutina y cantina' por riesgo a que te ases, sino que te proponemos una jornada cultural, de ocio y gastronómica durante la que poder refrescarte en Vega de Espinareda. Podrás visitar pinturas rupestres y un castro romano, conocer la historia del Monasterio de San Andrés que llegó a ser facultad de Filosofía y en el que estudió, entre otros, Enrique Gil y Carrasco, y darte un chapuzón en el río Cúa y tomar el sol en la playa fluvial. Sus bares y restaurantes te pondrán fácil que recuperes las sales minerales y los oligoelementos y te refresques también por dentro.

Vega de Espinareda es un pueblo de poco más de 2.000 habitantes, cabeza de municipio del mismo nombre y 'puerta' de Ancares. A hora y media de León capital (unos 125 kilómetros) y media hora de Ponferrada (25 kilómetros aproximadamente), se puede llegar tanto por la LE-711 por Cabañas Raras como por la CL-631 hasta Fresnedo y después por la vía rápida, LE-715 que va a Fabero, aunque la opción que más le gusta a los GPS si viajas por la autovía A-6 es desviarte en Bembibre para ir por Toreno. Cualquier opción es válida y los tiempos prácticamente idénticos, así que la decisión queda a elección del conductor en función de si los acompañantes se marean más o menos en las curvas.

Visita a las pinturas rupestres y el castro de Peña Piñera por la mañana

Una vez en Vega de Espinareda la recomendación es que aparques el vehículo. Al ser un pueblo pequeño, no hay distancias, y algo de ejercicio para completar los 10.000 pasos diarios no te vendrá mal. Vigila las líneas amarillas que prohíben el estacionamiento y aprovecha los parking gratuitos de debajo del Ayuntamiento, la plaza Mayor o los que hay en el entorno de la playa fluvial.

La primera parada será hacer cima en Peña Piñera, a unos 1.000 metros de altitud. El monte que da nombre, entre otras cosas, al colegio público del municipio, esconde entre su macizo de piedra unos de los pocos restos hallados en el Bierzo de pinturas rupestres esquemáticas de la época post-neolítica. Conocidas desde antaño por las gentes del lugar, no fueron objeto de la atención del público hasta la primavera de 1982, y se reconoció e identificó la veracidad del hallazgo pictórico en el mes de julio de hace ahora cuarenta años.

La mayor parte de las representaciones se concentran en zonas de difícil acceso, aunque el entorno está perfectamente acondicionado para buscarlas. Su cronología es imprecisa, estas pinturas pueden datarse desde la época Calcolítica hasta la Edad de Hierro. Esto equivale a decir que estaríamos en un arco temporal comprendido entre unos 5.000 a 2.000 años de antigüedad.

Las figuras son esquemáticas, hechas a base de trazos rápidos y básicos, a veces de difícil interpretación, aunque se distinguen tres tipos: antropomorfas (representación de las figuras humanas), zoomorfas (fáciles de identificar pero difíciles de determinar a qué especie pertenecen) y geométricas o representativas no figurativas (formas vegetales, trazos verticales y signos diversos). Hay varios conjuntos pictóricos distribuidos en abrigos rocosos y de representaciones aisladas entre cada una de las agrupaciones y el color mas utilizado es el ocre, en diferentes gamas.

No lejos de ellas están el conocido como 'Corral de los lobos', una antigua trampa para la captura del lobo en un recinto de diseño prácticamente circular y cerrado con muros de piedra que permitía la fácil entrada de este mamífero en busca de un cebo colocado en el interior, pero que hacía muy difícil su salida, quedando asi atrapado en la construcción; y el Castro Peña Piñera, un recinto amurallado de 14 hectáreas conformado por un castro o acrópolis y un complejo entramado de murallas concéntricas. Se considera el de mayores dimensiones del Bierzo y se cree que pudo ser un fortín de las guerras Cántabras y Astures, que tuvieron lugar entre los años 27 y 19 antes de Cristo.

Antes de que empiecen a castigar el sol y la temperatura, puedes tomarte un tentempié a la sombra en el merendero, disfrutando de las vistas del valle.

Conoce la historia del Monasterio de San Andrés

En las horas centrales del día donde mejor puedes estar es a resguardo entre los anchos muros de piedra del Monasterio de San Andrés. No se conoce la fecha exacta de sus orígenes pero es posible que la primera edificación, de la que no quedan restos, datara de finales del siglo IX o comienzos del X. El edificio primitivo sufrió varios incendios, por lo que la mayor parte de la iglesia que hoy conocemos se debe a las remodelaciones sufridas en los siglos XVII y XVIII. Está considerado el monasterio más importante en el Bierzo dentro del estilo neoclásico y destacan, en todo el conjunto monacal, la iglesia y el claustro por su gran sobriedad y monumentalidad.

Todos los domingos hay visitas guiadas de unos cuarenta y cinco minutos a partir de las 11 horas, previa inscripción en la Oficina de Turismo, y también se pueden organizar para grupos grandes en otras fechas y horarios, a convenir. La técnico de Turismo, Ángeles Martínez Guerra, es la encargada de desvelar los secretos mejor guardados del monumento, sus rasgos arquitectónicos y su historia, en un recorrido por el interior de la iglesia que se detiene en sus 'tres joyas', la Sacristía, el Claustro y el Receptorio, los jardines y la 'Fuente de la Vida'. Por todos ellos, un día caminaron los monjes del 'Monasterio sabio' que llegó a ser facultad de Filosofía y su Colegio de Artes y Letras alcanzó merecida fama. Sus aulas acogieron a ilustres profesores y alumnos como el historiador Prudencio de Sandoval, el cardenal Lorenzan y el escritor romántico Enrique Gil y Carrasco, aunque toda esta labor se desmoronó con la desamortización de Mendizábal. Su segunda vida le llegó como colegio diocesano de lo que hoy sería Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato, que permaneció abierto hasta 1995.

Una vez bien empapado de cultura, ya puedes ir a comer. Cruza el río por el Puente Romano que tiene su origen en el reinado de Alfonso X el Sabio. Su construcción se sitúa entre el siglo I o II después de Cristo, coincidiendo con la romanización del Bierzo y la explotación de sus yacimientos de oro. Restaurado después de que el río se llevara una parte en 1959, desde él puedes contemplar la playa fluvial y, al fondo, te estará esperando, a la sombra, el Mesón El Molino (ahora Huarique) para tomar el aperitivo y comer algo. Su cocina elabora unos platos que mezclan las recetas mediterráneas con las sudamericanas, “divertidas, macarras y picantes, para dar un toque más moderno al producto autóctono y de calidad del Bierzo”, explica a este medio su dueño, Diego.

Chapuzón en el río Cúa y descanso en la playa fluvial

No hay mejor sitio para pasar la tarde que la playa fluvial, con una piscina para los más pequeños y el proyecto de otra con toboganes que abrirá a partir de agosto, según fuentes municipales.

Es una de las playas fluviales más grandes de todo el Bierzo, con un paisaje inigualable de Peña Piñera y las montañas de Ancares y Fornela. Las malas lenguas dicen que el agua está fría, pero no hay nada mejor para combatir el calor.

Además de 'chiringuito', ofrece un servicio de alquiler de canoas y tablas de padel surf y todos los jueves de agosto habrá actividades gratuitas para los niños.

Antes de volver a casa puedes pedirte unas tapas en la Puerta de Ancares, famoso por sus bravas pero que tiene “un poco de todo”, nos cuenta Jose, o sentarte a cenar en el Jacires “la mejor carne de la zona”, comida casera “elaborada con cariño” por Víctor.

Para más información, contactar con la Oficina de Turismo los martes de cuatro a seis y media de la tarde y de miércoles a domingo de 10 a 14 horas y de 16 a 19 horas.

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