El Bierzo, un ‘plató’ en el que dos cortometrajes prolongan el idilio con el cine de la tierra donde se rodó ‘As bestas’

Claqueta del rodaje del cortometraje 'Manos negras' en la Peña del Seo, en la comarca del Bierzo.

César Fernández

El Bierzo suele definirse en lo geográfico como una hoya. Hay quien, hablando en términos audiovisuales, ve en esta llanura rodeada de montañas un excelente plató cinematográfico. Iván Ares y Agustín Sierra pasaron en apenas unos meses de estar delante a detrás de las cámaras, primero haciendo pareja actoral en Manos negras y luego al frente de la La otra cama. Se trata de dos cortometrajes que de alguna forma toman el relevo de As bestas, la premiadísima película de Rodrigo Sorogoyen que hizo pasar por gallega una aldea berciana ya en los límites con la comunidad vecina contando en el reparto con algunos intérpretes no profesionales de una comarca que soñó con el celuloide como una de las patas de la reconversión minera a través de una efímera Escuela de Cine a principios de este siglo.

El Bierzo es, para el cineasta Alberto Peláez, algo así como un imán. Afincado en Palma de Mallorca, este berciano de la diáspora sigue teniendo en su comarca de origen una fuente de inspiración. “Siempre me surgen historias de allí”, cuenta camino de dos años después de estrenar El autobús, un documental sobre el vehículo escolar que cuatro familias (una de ellas la de Peláez) customizaron para viajar en vacaciones. La paradoja estriba en que su actual lugar de residencia se encuentra con “problemas diametralmente opuestos” a la comarca berciana, que sufre desde hace años una sangría demográfica. A Manos negras, el cortometraje que ahora dirige, llegó tratando de responder a una pregunta lanzada en voz alta. “¿A qué me habría dedicado yo si hubiera vivido en Cadafresnas?”, se interpeló sobre esta localidad del municipio de Corullón a tiro de piedra de la Peña del Seo, el poblado minero correspondiente a uno de los lugares de explotación de wolframio convertidos en escenario colateral de la Segunda Guerra Mundial.

Licenciado en Relaciones Públicas y Comunicación Audiovisual, Alberto Peláez mamó de niño la afición por el cine acompañando a su padre a las salas que había entonces (ya todas cerradas) en Ponferrada. Forma parte de una generación acostumbrada a hacer las maletas. “Todos los del grupo de mis amigos nos hemos ido de allí”, cuenta desde Palma, donde se asentó a partir de la pandemia tras vivir en Salamanca. El Bierzo, sin embargo, se le volvió a hacer presente con esta historia que escarba en sus raíces mineras; en este caso no vinculadas al carbón, sino al wólfram, material preciado por su capacidad para endurecer el armamento militar durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. El mineral también es la base de la novela de Raúl Guerra Garrido El año del wólfram. “Me habría encantado hablar con él”, dice Peláez, que recibió imágenes del documental rodado por el cineasta berciano Chema Sarmiento Wolfram, la montaña negra. “Hoy en día el primer verbo que se aprende a conjugar (en El Bierzo) es huir”, dice la voz en off del tráiler que trata de imitar la de Pedro García Trapiello en la obra de Sarmiento.

“El final es muy potente”, avisa sin querer desvelar muchos detalles sobre la trama de un cortometraje producido por The Second Films que juega con las leyendas sobre la Peña del Seo, con un personaje mayor anclado en el pasado que todas las noches se acerca a la mina, con otro más joven que se incardina con la pregunta que el director se hizo para llegar a rodar esta historia y con una pareja de cazadores que están sobre la pista de la situación. Los cazadores son, precisamente, Iván Ares y Agustín Sierra. “Fue una sorpresa porque pasamos un casting y nos cogieron a los dos”, cuenta el primero sobre la casualidad de formar tándem en Manos negras la última semana de agosto de 2023, apenas medio año antes de rodar ambos La otra cama habiendo pergeñado juntos ya en 2007 un cortometraje sobre las complicadas relaciones entre una madre y su hija con problemas de drogadicción que ahora retomarán ya en fase de montaje.

Entre el guion y la interpretación

Agustín Sierra ha recorrido el camino inverso al realizado por Alberto Peláez. Con experiencia como escenógrafo para funciones de teatro y ópera en Francia primero y en diversos puntos de España después ya abarcando también el campo audiovisual, regresó al Bierzo tras la pandemia hasta retomar el contacto con Iván Ares. “Me gusta escribir. Siempre he tenido afición a crear guiones. Pero no me dedico a esto”, cuenta Ares, que se ve más próximo a la parcela de la interpretación. La idea de La otra cama le llegó al ver “un pazo increíble” en Betanzos (A Coruña), transmutado para el cortometraje en una casona de Villamartín de la Abadía (Carracedelo), en plena hoya berciana. ¿Y el argumento? “No se puede contar mucho. Es un thriller psicológico con un leve toque de terror”, conceden sus autores, que se preparan para afrontar el montaje de un proyecto canalizado a través de la Asociación Cultural Vagalume.

El caso es que las concomitancias entre Manos negras y La otra cama no se quedan en que dos actores de la primera sean los realizadores de la segunda. Melchor López Valle era hasta hace un año conocido por varias generaciones de bercianos por haber sido profesor en el Instituto Gil y Carrasco de Ponferrada. “Pero ahora ya soy más famoso por As bestas que por haber sido profesor”, reconoce con una sonrisa por teléfono quien hace de cantinero en el filme de Sorogoyen, papel que repite en La otra cama a riesgo de encasillarse, añade de nuevo con humor. Y es el personaje mayor protagonista de Manos negras hasta compartir una secuencia jugando a las cartas con Gonzalo García, otro de los amateurs con los que coincidió en As bestas. López Valle, que de joven estudió Historia del Cine, es quien habla del Bierzo como “un gran plató, incluso para películas” sin desdeñar las repercusiones ahora que se han incrementado las visitas al municipio de Barjas tras el rodaje de la ganadora a Mejor Película en los Premios Goya de 2023.

La Escuela de Cine de Ponferrada no tuvo final feliz. Pero queda en la comarca algo así como una secuela en los ciclos audiovisuales del Centro Integrado de FP, desde donde la profesora Elena Ibáñez facilitó los contactos de los alumnos Claudia González y Daniel Belenda para participar en el proyecto de Manos Negras sin poder por otros compromisos hacer lo propio en La otra cama. Son jóvenes que se incorporan y que se pueden sumar a veteranos de regreso tras la pandemia como Agustín Sierra en una comarca ávida de alternativas económicas. “Espero que esto haya servido para prender una mecha y poder hacer cosas allí”, señala Alberto Peláez ahora que, tras lidiar con una carencia de ayudas que convierte en “un milagro” rodar en la provincia de León, se enfrenta a la fase de distribución con la esperanza de cerrar el círculo y pasear su cortometraje por la misma tierra que inspira sus obras y que se ha convertido en un plató de cine. 

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