En la España de 1937 uno podía ir a buscar tabaco y encontrar la muerte. Fue lo que le ocurrió a Ceferino López Salgado. Había sido alcalde de Carucedo en la dictadura de Primo de Rivera, dueño del calero del pueblo de Lago de Carucedo del que nació un movimiento sindical y padre de uno de los huidos al monte. Como la Guardia Civil y los falangistas no daban con los guerrilleros, un agente de la Benemérita la tomó en el bar con López Salgado, le dio un culatazo y lo dejó agonizando en la calle sin permitir que nadie lo socorriera. El caso desató una ola de violencia y represión con una serie de derivadas que, como si fueran las piezas de un puzle, ahora se tratan de encajar tras la aparición este miércoles junto a aquel calero, en el yacimiento de Pedreiras enmarcado en el conjunto Patrimonio de la Humanidad de Las Médulas, de los restos de quien todo parece indicar que encontró la muerte cuando iba a esparcirse al bar.
Los hilos de esta historia que podría dar para un guion de Hollywood se empezaron a desmadejar mucho antes. Ceferino López Salgado entró como concejal del Ayuntamiento de Carucedo en plena dictadura de Primo de Rivera y se proclamó alcalde al desplazar mediante una moción de censura a Roque Bello. Cerró su etapa política municipal hacia 1930, antes del advenimiento de la Segunda República, período en el que en torno al horno dedicado a la fabricación de cal de su propiedad se conformó un frente sindical. Cuando se desató la Guerra Civil, varios de sus miembros huyeron al monte de El Páramo, ubicado frente al pueblo de Lago de Carucedo. Uno de ellos era su hijo Silvestre López Moral. “Como la Guardia Civil y los falangistas no los localizaban, centraron la represión contra sus familiares”, rescata el historiador y representante de Sputnik Labrego (entidad que ahora ha liderado las excavaciones junto a la empresa Tempos Arqueólogos) Alejandro Rodríguez para situarse en el contexto del asesinato de López Salgado a finales de julio de 1937. “Y su familia nunca supo dónde lo enterraron”, añade para hablar de un “proceso de desaparición forzada”.
El proceso de búsqueda de los restos de Ceferino López Salgado ha servido paralelamente para ir cosiendo un relato con tantas derivadas que lo convierten en uno de los más singulares en este período de recuperación de la memoria histórica en su cuna, la comarca de El Bierzo. Sputnik Labrego ha logrado reconstruir también la biografía de Silvestre López Moral, implicado en aquel grupo de guerrilleros que se tomaron la justicia por su mano matando a ocho personas (Roque Bello, el alcalde desbancado por una moción de censura, entre ellos) en abril de 1939, recién concluida la Guerra Civil. La consecuencia inmediatamente posterior fue la detención al día siguiente de una treintena de vecinos, entre ellos la esposa de Ceferino y madre de Silvestre, Vicenta Moral Franco, trasladada a la antigua cárcel de Ponferrada. No había muerto todavía cuando en octubre de 1939 su hijo protagonizó una secuencia que daría para abrir un western.
El episodio todavía no se ha utilizado en una película. Pero el escritor Abel Aparicio sí lo aprovechó para una parte de su novela ¿Dónde está nuestro pan?, basado en relatos de la posguerra. Lo hizo gracias precisamente a una conversación con el propio Alejandro Rodríguez. La acción se sitúa el 24 de octubre de 1939 en el tren 485, entre las estaciones de Brañuelas y La Granja de San Vicente, cuando un grupo de huidos entre los que se encontraba Silvestre asaltaron y robaron 127.451 pesetas con 92 céntimos del dinero de los bancos gallegos que se transportaba de Madrid a Galicia. Los guerrilleros, tras regresar al monte de El Páramo, saltaron la frontera hacia Portugal e incluso un par de ellos lograron partir hacia el exilio en Cuba. Silvestre López Moral fue luego apresado en un pueblo portugués, trasladado a España y fusilado en Oviedo en 1941. Su cuerpo está todavía por desenterrar. El de su madre, fallecida en noviembre de 1939 tras enfermar en el penal y ser enterrada en el antiguo cementerio del Carmen del Ponferrada, podría ahora estar precisamente entre los últimos restos encontrados en las exhumaciones recientemente practicadas en este entorno.
Con padre, madre e hijo fallecidos, la acción salta hasta 1995, cuando en las postrimerías de la última campaña de excavaciones del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en el yacimiento de Pedreiras, ya en una limpieza superficial, asomaron restos humanos que el responsable de aquellos trabajos, el arqueólogo Javier Sánchez-Palencia, vinculó con una posible necrópolis situada al lado contrario al calero. El episodio sucedió cinco años antes de la exhumación en 2000 de 'Los 13 de Priaranza', considerado como el hito fundacional de los movimientos por la recuperación de la memoria histórica apenas a unos kilómetros de distancia de Pedreiras. “Por entonces la gente no hablaba de estas cuestiones; incluso muchos familiares de los desaparecidos lo tenían prohibido”, rememora ahora Sánchez-Palencia para certificar que ni se le pasó por la imaginación que aquellos restos, que quedaron entonces sin desenterrar, pudieran corresponder a un represaliado durante la Guerra Civil.
Tío Ceferino salió un día a comprar tabaco. Ya no volvería. Un guardia civil lo asesinó de un culatazo e intentó ahogarlo con toallas de vinagre. Finalmente, lo sacó del bar del tabaco y lo dejó agonizar (...). Varios de sus vecinos intentaron socorrerlo (...) pero este cruel guardia civil lo impidió
La secuencia de 1995 podría ser un flashback de la escena que se dio hace un par de años cuando Alejandro Rodríguez, que trabajaba precisamente en el Aula Arqueológica de Las Médulas, recurrió para avanzar en el hallazgo del cuerpo de Ceferino López Salgado al testimonio de Javier Sánchez-Palencia. Este le hizo un croquis a mano del lugar en el que encontraron los restos en 1995 sin dejar de recordar cómo los dueños de aquellos terrenos referían en ocasiones que el antiguo propietario del calero había sido uno de los desaparecidos durante la Guerra Civil. El calero es adjunto al yacimiento de Pedreiras, un entorno que Sánchez-Palencia, considerado como el mayor experto en Las Médulas, extiende más allá de lo excavado hasta el Outeiro y que en su día probablemente fue asentamiento de una élite encargada de la gestión técnica y administrativa de la antigua mina de oro, epicentro del paraje declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1997.
Casi todos los hilos de esta historia acabaron por abrocharse al confluir otras casualidades como el hecho de que Alejandro Rodríguez coincidiera en Ferrol con un nieto de Ceferino, José Antonio Blanco, y entablara relación con Paco Macías, responsable en Santiago de Compostela de Edicións Positivas, el sello que ha publicado libros en los que ha participado como Ciudad de la Selva. Historia e arqueoloxía da guerrilla nos montes de Casaio. Y es que, por si hiciera falta algún giro de guion más, resulta que Macías es originario de Lago de Carucedo, donde hubo hasta 28 muertes vinculadas a la Guerra Civil, el 20% de una población que entonces rondaba los 150 habitantes. Así lo reflejó en sus redes sociales, donde describió el asesinato de Ceferino siguiendo el hilo de los testimonios orales: “Resulta que Tío Ceferino salió un día a comprar tabaco. Ya no volvería. Un guardia civil lo asesinó de un culatazo e intentó ahogarlo con toallas de vinagre. Finalmente, lo sacó del bar del tabaco y lo dejó agonizar en una esquina de nuestra plaza que llamábamos Eiró. Varios de sus vecinos intentaron socorrerlo, pues oían sus lamentos, pero este cruel guardia civil lo impidió. El delito del asesinado es que tenía un hijo en el monte, huido”.
Todavía están por localizar los restos de ese hijo, cuyo destino estuvo marcado por el drama del conflicto fratricida. “No habría querido echarse al monte ni asaltar un tren y finalmente fue fusilado”, rescata Abel Aparicio, el escritor que lo hizo protagonista de uno de sus relatos. Todas las pistas apuntan a que los huesos hallados esta semana en Pedreiras, en una intervención financiada por la Junta de Castilla y León con cargo a fondos de sus planes de Memoria Democrática, correspondan a Ceferino López Salgado, señala Alejandro Rodríguez, al subrayar la aparición junto al calero sumada al hecho de que el resto de represaliados ya han aparecido o se apuntan otras hipótesis en torno a su localización. Rodríguez es todavía cauto al enfatizar que la confirmación definitiva llegará por la vía de las pruebas de ADN en un proceso paralelo a la identificación de los restos del cementerio del Carmen entre los que podría estar su esposa. Sería la forma de cerrar buena parte de un círculo en una historia a la que todavía le quedan secuencias por rodar.