Los ríos del Bierzo, que ya tienen hasta nutrias, protagonizan una gran mejora en su calidad los últimos 30 años
El agua de los ríos contiene valiosa información sobre el entorno y la actividad humana. Es comparable a la sangre que circula por las venas, de la que se obtienen detalles de lo que ocurre en el cuerpo humano. La calidad del agua depende de múltiples factores, sobre todo de aquello que hacen los humanos. Eso ayuda a crear o destruir vida. Vida animal que en el Bierzo ha cambiado en los últimos años, al igual que ha cambiado la calidad del agua de sus ríos. “Cuando te sientes mal y vas al hospital lo primero que hacen es un análisis de sangre. El río es lo mismo. Son las venas de lo que pasa alrededor, analizas el agua y sabes lo que tienes en el entorno”, explica Miguel Ángel Gallego Rancaño, del colectivo ecologista Tyto Alba.
Los ríos de El Bierzo presentan hoy una calidad del agua que ha mejorado mucho respecto a la que tenían hace 30 años. Las nutrias vuelven a saltar en ellos, después de estar a punto de desaparecer, como lo han hecho otras especies. Esos huecos los llenan ahora otros animales, la mayoría no autóctonos, que colonizan las aguas, especialmente las del río Sil, uno de los más importantes de la comarca. “Se ha ganado mucho en calidad de aguas. Se quitaron los fosfatos de los detergentes. Al caer la minería también ha mejorado muchísimo la calidad, al igual que con la depuración”.
Tyto Alba nació como grupo ornitológico, encargado del estudio y cuidado de aves, pero la necesidad de “defender el territorio” les llevó a ampliar su labor. Una parte se dedica a analizar los ríos y los animales que hay en ellos. Por eso hace 30 años estuvieron en una primera línea de acción, en la defensa de los cauces en los que proliferaban minicentrales o grandes embalses, como ahora lo hacen los molinos eólicos o las placas fotovoltaicas en campos y montañas. Sus acciones reivindicativas, junto a la de otros muchos colectivos, dieron su fruto y consiguieron frenar muchos proyectos que dañan irreversiblemente la fauna al alterar el flujo natural de los ríos.
“Hubo que combatir muchísimo porque no se podía permitir esa proliferación de minicentrales. Es verdad que hay que hacerlas porque es una energía renovable pero no se puede colapsar los ríos”. “Esto produce en el río cambios bruscos. Cuando se reproducen, por ejemplo, las pollas de agua o los patos, si de repente metes 500 metros cúbicos por segundo al río, o más, eso arrasa con todo”. Muchas minicentrales quedaron en nada, como quedarán, cree Rancaño, muchos de los proyectos renovables que se impulsan hoy en día. “Es como cuando te dicen que van a despedir a 10.000 personas en una empresa y al final despiden a 3.000. Se considera un éxito. Esto es lo mismo, se proyectan muchos pero se hacen realidad muchos menos”.
El río Sil
El río Sil es uno de los más explotados energéticamente. Nace en la Cordillera Cantábrica, en Peña Orniz, para dirigirse hacia La Cueta. Ahí empiezan sus múltiples cambios. Minicentrales en Vega de Viejos, Orallo, Villaseca de Laciana, un pantano en Las Rozas, embalse de Matalavilla o el embalse de Bárcena, entre otras infraestructuras, que mueven constantemente el agua y cambian su caudal. Grandes muros en los pantanos, con los que se encuentran truchas o salmones, y que les impide remontar el río. “Nadie está contra los embalses, pero hay que hacer planificaciones más pequeñas”.
Una situación que, unida a la contaminación a la que se ha visto sometido este río, provocó la desaparición de múltiples especies animales. “Cuando trabajábamos en la mina, los viernes cuando íbamos a controlar las nutrias en la zona de Palacios del Sil, salía por los colectores el agua negra y llena de espuma de la ropa que se lavaba de los mineros. También iba al cauce el material de la cuenca. Todo eso se ha ido mejorando. La primera acción ecologista que hubo en Ponferrada, hace 50 años, fue donde el puente Cubelos, donde salían las tuberías al río llenas de suciedad. Los fosfatos hacían proliferar las algas, que se pudrían y empeoraban el agua ”.
La depuración actual y la desaparición de muchos químicos que se vertían, como los de la acerera de Roldán, cambiaron el panorama. Pero ya era tarde para muchas especies. Han desaparecido casi totalmente las ranas, los cangrejos autóctonos, los tritones, peces como la bermejuela o la boga, y se produjo una bajada muy importante en la población de nutrias.
Hoy en día la calidad del agua del río Sil es buena, aunque aún hay mucho por hacer. Las nutrias vuelven a nadar en ellas y es fácil verlas jugando en ciertos tramos del cauce a su paso por Ponferrada. Crece también la población de los cangrejos rojo y señal, de los que se alimenta la nutria, y otras especies, que no son autóctonas pero que dan vida a esas aguas. Hay trucha arcoiris o carpas. “La nutria ha vuelto gracias a la calidad del agua. Estas especies atraen otras y cambian la biología”. Hay otras especies que dañan, como los visones americanos, que campan a sus anchas. “Hace 25 años una banda de animalistas asaltaron y liberaron una granja de visones en Galicia. Ya de aquella se dijo que iba a ser un desastre medioambiental. Hoy está extendido y depreda anátidas, gallinas de agua y otros animales”.
Otros espacios de vida
En el embalse de Bárcena también hay vida. Es la “otra cara” de esos pantanos que mientras impiden la continuidad de algunas especies, alberga a otras. Hay carpas, llegan águilas pescadoras o es área de descanso para especies migratorias. Pueden verse algunas aves raras, que están de paso.
En el resto de la comarca la situación es parecida. El río Cúa presenta hoy un agua muy diferente a las de hace años, cuando arrastraba restos de las explotaciones de carbón a su paso por la cuenca minera. Los que circulan por la montaña son excelentes, como el Burbia o el Ancares. Y los hay que aún bajan salvajes, sin ningún tipo de salto hidroeléctrico, como el Primout.
Rancaño hace un llamamiento para seguir mejorando, porque aún queda mucho por hacer. “Cada uno en nuestra casa debe tomar medidas, con menos productos químicos, como la lejía o en amoniaco”. La nueva amenaza para nuestros ríos y nuestra fauna es el cambio climático.