Diego Merayo, autor de ‘¡Esto da para una serie!’: “La tele pervivirá porque necesitamos esa sensación de familia”
 
            
            Faltaban años para que aparecieran las pantallas planas cuando Diego Merayo aprovechaba la caja de un electrodoméstico como improvisado televisor: soñaba de niño con ser presentador de mayor. Todavía no se habían generalizado los mandos a distancia cuando con lo que soñaba era con ver todos los canales simultáneamente: un día probó a pulsar a la vez los botones, se estropeó el aparato y le valió un castigo en casa. Cuando sus padres lo premiaron por sacar buenas notas, los puso a conducir entre Priaranza del Bierzo y Villaviciosa de Odón (Madrid) para visitar los Estudios Picasso en los que se rodaba Al salir de clase. No fue raro, por lo tanto, que cuando el sello GeoPlaneta le hizo el “regalazo” de ofrecerle escribir un libro, este periodista y comunicador preparara ¡Esto da para una serie! Más de 900 ficciones televisivas para el recuerdo. Tampoco resulta extraño que ahora, recién publicado, hable de un spin-off (derivada): el suyo propio al trasladar el espíritu de su perfil @TeloCuentoSinSpoilers, una suerte de prescriptor audiovisual en las redes sociales, a su debut literario.
Diego Merayo estaba echando la siesta cuando le llegó una notificación al correo. “Yo siempre tengo proyectos nuevos”, dice como punto de partida este berciano que se enroló en el periódico del Instituto Europa de Ponferrada y que pasó también en la ciudad por Radio Cima antes de desarrollar su carrera profesional en la Cadena Ser en Valladolid, desde hace años al frente del A vivir que son dos días Castilla y León. “A veces falta un empujón o tener los medios suficientes”, añade. El trampolín lo puso esta vez GeoPlaneta, sello especializado en libros de no ficción del Grupo Planeta. “Que el grupo editorial más importante del país te apoye ha sido un regalazo”, admite tras avalar la “libertad absoluta” que le dieron para elegir su proyecto. Y este apasionado de la comunicación que creció en los ochenta durmiéndose con la radio y haciendo de presentador de televisión detrás de una caja recortada de la lavadora eligió las series.
Merayo no quiso hacer un libro más ni quedarse en un simple inventario de producciones. La obra resulta original ya en la forma: ha seguido el esquema de una serie para poner el índice con temporadas (por décadas desde los ochenta hasta la actualidad) y capítulos. El volumen también incluye apartados en los márgenes con curiosidades y hasta códigos QR para, por ejemplo, recrear sintonías convertidas en bandas sonoras de una o varias generaciones. Sugerir listados de favoritas, contar detalles de su vida como si fuera un guion, salpicar las páginas con un glosario y hasta proponer pasatiempos añaden alicientes a la obra. El tono es heredero de sus vídeos en redes sociales, una forma de interpelar directamente al lector. Y el contenido trasciende al título al contextualizar el recorrido cronológico de forma paralela entre acontecimientos históricos y la propia biografía de este berciano nacido en 1983.
 
            El autor tiró primero de memoria. Como quiera que muchas de las series extranjeras que llegaron a España en los años ochenta se produjeron en décadas anteriores, hubo que bucear en otras épocas para armar un proceso exhaustivo de documentación. El resultado es un híbrido entre referencias casi a modo de consulta enciclopédica y episodios personales de este comunicador que se crio frente a una pantalla con dos canales y ahora reconoce cierta saturación en el actual escenario multimedia. Fue en los noventa cuando se incorporaron las cadenas privadas, Telecinco estrenó Al salir de clase y a Merayo le cambió la vida. “Todos hemos tenido un fan dentro y yo lo fui de esa serie”, dice para destacar su condición de cantera de actores sin dejar de lado otra circunstancia. “Ayudó a muchos adolescentes a superar momentos complicados”, añade para valorar la importancia de las series también como “refugio” personal cuando algo no encaja: “Y a veces convertías a los personajes de Friends en tus propios amigos”.
Las plataformas han democratizado el escenario, pero ahora cada uno va a lo suyo. Ha cambiado la forma de consumir y de hablar de las series
“Si la tele nos unió desde su nacimiento, el resto de la tecnología nos ha separado”, escribe Diego Merayo para situarse ya en el cambio de siglo. “Hasta el año 2000 nos sentábamos todos juntos después de cenar a ver la tele”, evoca por teléfono. No cumplir el ritual significaba al día siguiente estar “desalojado de la conversación” en el patio del colegio o la oficina de la empresa. Merayo cita Perdidos como el punto de inflexión. “Cambió la forma de consumir y de hablar de las series”, dice. La “conversación” se fue volcando hacia las redes sociales, al tiempo que se multiplicaban los canales y entraban en juego las plataformas. “Las plataformas han democratizado el escenario, pero ahora cada uno va a lo suyo”, contrapone. La transformación dejará para la historia audiencias millonarias y cuotas de pantalla que superaban el 50% en casos como Farmacia de guardia o Médico de familia en los años noventa, sostiene el autor, que en libro cita el día en que en que Nacho Martín (Emilio Aragón) visitó a Lourdes Cano (Concha Cuetos) en la rebotica. Frases como “¡para dentro, Romerales!” pasaron entonces con total naturalidad de la tele a la calle.
Merayo, que relaciona aquel día en que se propuso ver al mismo tiempo todos los canales en la tele analógica con el mosaico de previsualización que ofrecían las antiguas plataformas Canal Satélite Digital y Vía Digital ya a finales de los noventa, reconoce que el panorama actual se presta menos a fenómenos fan como los de décadas pasadas. “Se estrenan tantas series que ya es difícil empatizar”, apunta para reconocer una “presión social” por verlas todas. “Y llegar a todo es imposible”, admite el autor, que en su repaso cronológico ha dado con alusiones que “chirrían” desde la perspectiva actual (“y ahí lo importante es detectarlo y evolucionar”) o con curiosidades como el hecho de que, en plena tragedia nacional por los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004, el capítulo de Los Serrano de aquel día tuviera una audiencia de 6,6 millones de personas y un 36,4% de cuota de pantalla.
La curiosidad es también reveladora de otra época. El escenario ha cambiado tanto que el autor se atreve a hacer algunas predicciones. “Las series van a terminar desapareciendo en el prime time de la televisión lineal”, pronostica Merayo, quien, no obstante, sostiene que el aparato en torno al cual se han configurado los domicilios desde que sustituyó a la radio como epicentro familiar pervivirá en un mundo que ahora se articula en torno a las pantallas más pequeñas de los teléfonos móviles. “La tele tiene larga vida porque necesitamos esa sensación de familia”, afirma con matiz añadido en la vida ajetreada actual: “Y necesitamos sentarnos al final del día y disfrutar de algo”.
El berciano, que recuerda especialmente producciones como El súper, historias de todos los días porque la veía junto a su abuela Julia sin obviar que la estampa de toda la familia reunida ante el televisor quedará en el recuerdo y en la cabecera de Los Simpson, ha escrito ahora sobre series tras lanzar en 2006 siendo estudiante Tr3 Son Multitud en YouTube, Vecinos que… en pleno confinamiento por la pandemia del coronavirus en 2020 vía Instagram y haber patentado la idea de otra todavía inédita. “¿Por qué no novelar ahora ese guion que se quedó en un cajón?”, sugiere Diego Merayo asegurando que seguirá embarcándose en proyectos poniendo entre interrogantes los detalles. Lo que es seguro es que, como en las buenas series, su trayectoria multimedia continuará.
 
        