Emilio Santiago, el científico que se enfrentó a Vox: “Distorsionar el cambio climático con bulos es una degradación de la democracia”

El antropólogo climático Emilio Santiago Muiño (Ferroll, 1984) se hizo viral hace unos días tras responder en el Congreso de los Diputados a una diputada de Vox que cuestionó el cambio climático y sus efectos usando bulos en su argumentación. Este lunes ha participado en uno de los paneles de la convención por un Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática que se celebra en Ponferrada, una de las apuestas del Gobierno para luchar contra los desastres naturales como los incendios o las danas, provocados o agravados por el cambio climático.
Científico titular del CSIC, Santiago Muiño es experto en el análisis de los procesos sociales en la transición a la sostenibilidad con un resumen claro: “El mundo en el que nacimos ya no existe”. El futuro será responsabilidad de lo que hagamos para acelerar la descarbonización -“Hoy descarbonizar rápido es la opción de la prosperidad”- y defiende un estímulo económico directo para quien cuide de la naturaleza.
En su intervención ha hablado de que hay que acelerar el proceso de descarbonización o no habrá futuro. ¿Es la situación que tenemos?
Si aumentan las temperaturas en escenarios de cuatro grados más va a ser muy difícil adaptarse a eso. Por tanto, tenemos que descarbonizar lo más rápido posible y, además, hay que asumir que la descarbonización rápida es una condición de justicia, porque si no estaremos siendo tremendamente injustos con las generaciones futuras, con nuestros propios hijos, que van a verse afectados por decisiones que no han tomado y van a sufrir sus consecuencias.
¿La descarbonización va a dejar gente atrás?
Depende de cómo se gestione políticamente, bien gestionada no, mal gestionada sí. Por lo tanto, lo fundamental es la disputa por cómo gestionamos la descarbonización. En primer lugar, porque haya descarbonización, que no está asegurada. Porque pese a que todas las ventajas soplan a favor, la descarbonización tiene muchos enemigos, hay muchos activos fósiles en riesgo de quedar varados y no tienen poco poder político, tienen mucho, como estamos ya viendo en Estados Unidos. Por tanto, la primera tarea es que haya descarbonización, que se completen los planes que tenemos y la segunda es que se justa. Y lo tercero es que sea rápida, injusticia y rapidez van de la mano.
Hay zonas, como donde estamos en la comarca de El Bierzo, donde mucha gente se cuestiona el proceso de transición tras el cierre acelerado de las térmicas y el fin de la extracción de carbón. ¿Cómo se gestiona la frustración que puede provocar este proceso?
La frustración se gestiona con la redistribución de la riqueza. He mencionado que más allá de gravar los beneficios de las empresas fósiles, que es como una pre condición para todo esto, el verdadero melón que tenemos que abordar es el exceso de concentración de la riqueza que viene atenazando a Occidente de hace más de cuatro décadas, en este aspecto y en otros muchos. Entonces, ¿cómo se gestiona la frustración? Con la redistribución de la riqueza.
Las instituciones que apuestan por el proceso piden la participación de los ciudadanos, pero se están generando muchas resistencias, muchas veces a través de la divulgación de bulos, ¿cómo de grave es eso?
Gravísimo. La descarbonización es un proceso demasiado importante, demasiado serio. Y deberíamos tener un cierto estándar de calidad de la conversación pública, porque es perfectamente legítimo tener diferentes enfoques sobre cómo enfrentar un proceso que, al final, tiene un trasfondo político del primer nivel y valores y prioridades pueden entrar en choque. Pero distorsionar esto con mentiras y con bulos como están haciendo las fuerzas negacionistas, un marco que hasta hace poco era exclusivamente la extrema derecha pero ahora también hay fuerzas de izquierda que están comprando, me parece que es una degradación de unos principios democráticos y ojo, porque cuando uno entra en esas pendientes no se sabe bien dónde puede acabar. Y esto es algo que me parece especialmente peligroso porque te das cuenta de que la extrema derecha no está yendo solo por 1945, entendido como las conquistas sociales después de la Segunda Guerra Mundial, esta gente está yendo a por 1789. Está yendo a por los principios básicos de una república donde pueda haber un diálogo público, sensato. Y creo que ahí hay un riesgo de involución histórica que nos tenemos que tomar muy en serio.
Entonces, ¿los bulos propagados por políticos socavan la lucha contra el cambio climático e incluso más allá?
Socavan la democracia, más allá de la lucha por el cambio climático y en Occidente, al menos, nos estamos dando cuenta de que la batalla por la democracia y la batalla por el clima van a ser la misma batalla.
¿Cree que esto se da por réditos electorales dentro de un oportunismo político o por una creencia en que hay otras cosas?
Es una mezcla, siempre es una mezcla de cuestiones, nunca hay un solo factor. El cambio climático se ha convertido en un asunto de guerra cultural, entonces hay un rédito político, pero también hay unos intereses vinculados a muchísima gente que va a perder mucho dinero, que están incentivando esa batalla. Se mezcla desde una cuestión identitaria de pura guerra cultural de como la izquierda defiende, yo defiendo lo otro para marcar distancia, pero también tengamos en cuenta que si cumplimos los plazos del Acuerdo de París, la descarbonización va a suponer la mayor descapitalización de la historia de la humanidad, ni siquiera la abolición de la esclavitud. Y pensemos que la abolición de la esclavitud en EE.UU. acabó en una guerra civil para pararla. A veces no nos damos cuenta de que realmente esto es un cambio muy rápido y que va a afectar a muchos intereses creados, esas dos cosas se combinan para generar un ambiente público absolutamente tóxico en el que no solo podemos perder la batalla por el clima, insisto, sino también la batalla por la democracia.
Lo bueno es que también tenemos enormes oportunidades y creo que no nos tendríamos que quedar solo con la cuestión negativa. Ahora mismo, gracias a la revolución tecnológica que está teniendo lugar con las renovables, las baterías y la electrificación, bien pilotada políticamente, países como España no han tenido una oportunidad de desarrollo económico tan brutal en 250 años. Sinceramente, tenemos mucho para convertirnos en uno de los electroestados de referencia del siglo XXI. Pero esto no será automáticamente. Esto hay que disputarlo políticamente.

Y eso conlleva cambios sociales que gestionar de alguna manera...
Claro, conlleva, sin duda, cambios sociales que gestionar y que tenemos que hacerlo con participación y escucha ciudadana. Tenemos que hacerlo también con redistribución de la riqueza, insisto en esto aunque puede parecer repetitivo, pero es muy importante. Y por parte de las fuerzas que, digamos, estamos a favor como ecologistas, de la ciencia, es necesario que asumamos un tipo de discurso que a lo mejor no hemos tenido demasiado, que es un discurso de horizonte de ganancia vital. No puedes presentar la transición como sacrificio, como un deber moral. Tenemos que hacer que la transición sea algo deseable, porque si no lo volvemos deseable al final lo que mata un bulo no es un dato, la gente cree los bulos porque se los quiere creer. Entonces a ese deseo lo que le gana es un deseo superior. Y, por tanto, necesitamos construir un discurso en el que la transición sea una ganancia colectiva en muchos ámbitos y lo bueno con esta revolución tecnológica que estamos viviendo ahora es que es posible a través de las políticas industriales adecuadas. La política industrial estaba muerta y hoy ya ha vuelto al centro del debate y con la conducción política adecuada es realmente posible dar un salto de escala en la mejora de la calidad de vida, haciendo que la descarbonización sea el eje vertebral de un nuevo modelo de país y la adaptación, pues una tarea necesaria en escenarios que van a ser cada vez más.
¿Si no avanzamos en la descarbonización, cree que es posible un escenario de más pobreza a medio plazo?
Si no avanzamos en la descarbonización sí, sin duda es un escenario de mayor vulnerabilidad, de mayor exposición ante los fenómenos climáticos extremos que hemos conocido este año, que son solo un preludio de lo que puede venir. Es verdad que siempre habrá un margen en función de cómo sea la gestión de la adaptación, la adaptación justa o no. Habrá un margen de paliación de ese daño, pero vamos hacia un escenario con una vida peor.
En su libro editado este año, 'Vida de ricos', defiende una visión distinta a la tradicional sobre la transición y la descarbonización, no venderla de forma pesimista, sino apostar por explicar otro tipo de crecimiento y de mejora vital que conlleva...
Yo hablo de 'post crecimiento' en el libro, pero la idea clara es le hemos regalado a la derecha lo aspiracional y eso es un error estratégico enorme. La gente no se va a involucrar en un cambio como este si no tiene aspiración a que va a ganar algo y eso ha sido siempre un elemento constante de las luchas sociales. Entonces eso lo tenemos que definir y eso pasa, a mi juicio, aprovechando ese cambio tecnológico que no lo había hace 10 años. Esto ha sido una disrupción desde hace 10 años que había queser más pesimista con una visión de decrecimiento que te acercaba el pasado, pero ahora ya no es así. Ahora podemos pensar en dejar de crecer y que aun así mantengamos muchos de los rasgos de la sociedad moderna y eso ofrece, bien repartido, enormes oportunidades de ganancia vital, nos ofrece una vida de ricos entre comillas. Una vida de abundancia que no será la abundancia de tener un coche muy caro, pero igual sí tener tiempo libre, de relaciones personales de calidad de vida.
Eso lo podemos construir y la primera responsabilidad del ecologismo es hacerse cargo de eso. El ser humano siempre tiene un componente de exceso. El exceso es consustancial al ser humano, y de hecho podríamos hacer hasta una crítica al capitalismo por como reprime el verdadero exceso y nos convierte en seres compulsivos que están comprando todo el rato, pero si no fíjate en la cantidad de fiestas que había la Edad Media y las que hay ahora. Tenemos un componente antropológico que les hemos regalado y al regalárselo estamos dándoles también una parte muy importante del alma humana. Y eso creo que tenemos que recuperarlo desde una posición ecologista y transformadora.
Ahora también hay un discurso que está fomentando un enfrentamiento entre la visión del campo y la ciudad, sobre todo por la extrema derecha, ¿cómo se puede solventar?
Tenemos que asumir que para revertir tendencias como la despoblación que, digamos, terminan de agudizar una brecha que es bastante estructural en las sociedades, o sea que siempre ha habido un poco de tensión, necesitamos darnos cuenta que las políticas de desarrollo rural necesitan un impulso. Y ese impulso extra que no han tenido históricamente los últimos 30 o 40 años, solo puede venir de reconocer el papel fundamental del mundo rural como cuidadores de ecosistemas fundamentales para la seguridad de un país.
Toca convertir los ecosistemas en el sexto pilar del Estado del Bienestar y, por tanto, crear una suerte de sistema estatal de pago por cuidados ambientales. Un sistema de pago por esos cuidados en el cual las prácticas tradicionales que nos hacen falta como pastoreo extensivo o los paisajes mosaicos, junto las prácticas nuevas como la agricultura regenerativa, reciban un apoyo, reciban un pago. Por los servicios que prestan. Y esto tiene que tener una doble dimensión, podrá haber negocio privado, pero todos los casos de éxito a nivel mundial nos dicen que el factor público es fundamental. Por eso hablo de la necesidad de que sean el sexto pilar del Estado del Bienestar. Igual que gastamos en sanidad igual, gastamos, educación o en defensa, tenemos que gastar en los pagos por cuidados ambientales.
Esto me suena a la literatura teórica que tenemos actualmente en la Política Agracia Común (PAC) europea.
Ya, otra cosa es como se aplique. Quizás parte de la primera batalla política es como rediseñamos la aplicación de la PAC, porque esa es la teoría pero tiene que caer y tiene que bajar. La PAC es un instrumento en disputa por mucha gente y en función de la correlación de fuerzas políticas acabará dando lugar a una cosa u otra, pero tanto con la PAC como con una buena tributación finalista de combustibles fósiles que pudiese financiar esta macro instrumento, es hacia donde tenemos que ir. Tenemos que ir a una política que diseñe la ejecución de esto, de asumir conceptualmente que los ecosistemas son un pilar del Estado del Bienestar, que el Estado tiene responsabilidad de gestionar y de cuidar, porque la despoblación rural ya no permite esa gestión. Creo que es fundamental para los años que vienen.
En el Congreso habló de que era necesario escuchar la opinión de las voces conservadoras sobre la descarbonización y su postura, aunque en este ámbito es donde más triunfan los negacionistas, ¿cómo integramos las voces de este ámbito que tienen una visión distinta?
Hay como dos planos. Tienes el plano de la derecha no negacionista, que quizás discuta la velocidad, pero que al menos tú puedes tener unos mínimos de un consenso como de continuidad esencial y evidente. Cuando está en el poder podrán aplicar las políticas climáticas en función de sus valores y de sus marcos ideológicos, pero el problema de fondo es que ni siquiera estamos ahí, el problema de fondo es que tras la última dana tuvimos que salir públicamente a defender AEMET. El escenario es otro, que no nos hacemos cargo de que ha habido un terremoto geopolítico. Al final uno no hace la política que quiere hacer, hace la política que la historia le impone, pero lo que la historia nos impone ahora es que hay una banda de fanáticos negacionistas en el poder del país más influyente del mundo. Y esto tiene unos efectos la conversación pública global, en la financiación de centros de pensamiento, en el corrimiento ideológico de todo Occidente. Ahora mismo lo prioritario con esa gente es que solo se puede confrontar. Hay que ganarles y luego, evidentemente, pues si conseguimos que la derecha liberal ilustrada de tipo Mario Draghi, Angela Merkel o Úrsula Von der Leyen prime, nos pelearemos con ella en función de más estado o más mercado, más impuestos o menos, más rápido o menos, pero al menos tenemos un mínimo.
Asistimos a una contrarrevolución, a un desmantelamiento de cosas que estaban montadas en Estados Unido. Hay que hacerse cargo de que esa es la situación.
¿Y es optimista sobre el futuro?
No lo sé. A mí la victoria de Trump me hizo mucho daño. Creo que tuvimos ahí un golpe muy grande. Seguramente los objetivos del Acuerdo de París murieron con la victoria de Donald Trump. Pero bueno, soy medianamente optimista. Creo que hay un actor que va a ser decisivo y no lo tenemos en cuenta por nuestra visión eurocéntrica, que es el Partido Comunista chino. China está teniendo una política climática que va a transformar el mundo. Ahora mismo es el mayor proveedor de tecnologías verdes, vamos yendo mucho más rápido en la descarbonización de la que nadie hubiese pensado. Está exportando el modelo a muchísimos países del mundo y confío que eso, con una Europa que no pierda el norte completamente, y con el sur global con distintos actores clave como Brasil, supongo que tenemos posibilidades, pero estamos peor que hace dos años.