Luis del Olmo y el pódcast del periodista que 'jugaba a la radio’ en Ponferrada y acabó dando los ‘buenos días’ a España

Luis del Olmo (Ponferrada, León, 1937) iba para facultativo de minas. Parecía un destino natural para un chaval de una ciudad que multiplicaba su población en la posguerra por una pujanza económica derivada principalmente de la extracción y el consumo de carbón. Hasta que las ondas empezaron a ejercer su atracción. “Vamos a jugar a la radio”, decía junto a colegas que en plena adolescencia se inscribieron en la Estación Escuela número 29 del Frente de Juventudes. Superaba ya la veintena cuando en 1958 se desplazó a Burgos a cubrir para Radio Juventud el partido de desempate de la eliminatoria por el ascenso a Segunda División que medía a la Ponferradina con el Baracaldo. Pedro Blanco estaba en el control. Con varios jugadores bercianos expulsados, Del Olmo empezó a hablar de “robo”. “¡Que nos cierran la emisora!”, recuerda Blanco que le decía por línea interna el entonces director, Ernesto Fernández Vázquez, a un joven que iba a encontrar su mina en un micrófono.

Casi 45 años después, asentado ya como la principal estrella radiofónica de España al ser el que mejor supo hacer en el medio la transición que el país tuvo que afrontar para pasar de la dictadura a la democracia, Luis del Olmo fue capaz de entrevistar a una trabajadora del Banco Popular en Quart de Poblet (Valencia) retenida como rehén en pleno atraco a la sucursal. “¿Quiere decirle a alguno de los atracadores que se pongan al teléfono?”, le sugiere a la empleada el periodista justo antes de que en directo se oiga entrar a la Policía Nacional para abortar el robo. Para entonces, el joven que iba en Ponferrada a jugar a la radio llevaba ya dos décadas dando los buenos días a España. La secuencia del atraco, inverosímilmente emitida en tiempo real, es el arranque del pódcast que Onda Cero, su cadena de entonces, le está dedicando a través de un trabajo dirigido por el periodista Diego Fortea, que ha pasado para titularlo del plural de su mítico programa, Protagonistas, al singular de Protagonista: Luis del Olmo.

Paradójicamente, Luis del Olmo era antes de la radio “muy serio y poco comunicativo”. Así lo recuerda Yolanda Ordás, vecina en la niñez, amiga de su hermana Merines, compañera en Radio Juventud y una institución en Ponferrada tras más de 65 años delante de los micrófonos. Su futuro marido, el recordado Ignacio Linares, era uno de aquellos que decía lo de jugar a la radio cuando todo estaba por descubrir. “Yo, de niña, preguntaba quién estaba dentro de la radio; miraba por detrás del aparato a ver si había alguien. Cuando llegué, lo primero que hice fue preguntar dónde estaban los señores que hablaban”, explica. Luis, el hermano de su amiga un par de años mayor que ellas, se transformaba en el estudio, donde le instaba a meter los dedos en la boca como receta para pronunciar Orson Welles como si supieran inglés y le pegaba una patada al micrófono, que estaba entonces atado con una cuerda.

“Era el tío más travieso”, dice Amalita Ruiz, otra de aquellas chicas que se convirtieron en pioneras de la radio en Ponferrada, al recordar cómo destrozó a patadas una mesa realizada por un técnico. Solía ser el narrador de obras de radioteatro que se hacían sin ensayos previos “y llamando a los chavales de la OJE (Organización Juvenil Española) que estaban en el primer piso si tenía que oírse murmullo”. Ruiz fue su compañera en Palestra, programa deportivo de Radio Juventud de Ponferrada, y todavía recuerda cómo se despachaba en el reverso de una foto contra el árbitro de aquel infausto Ponferradina-Baracaldo que Pedro Blanco, otro de los que aprendieron sobre la marcha, vivió desde el control cuando a lo que estaba acostumbrado era a subirle a pulso el magnetofón Ingra para que pudiera grabar tras los partidos en casa. “Pesaba una burrada”, cuenta sobre un aparato del que después Del Olmo (según recuerda Ordás) se acordaba cuando le dolían los brazos. “No era la mejor voz, pero sí la más inteligente. Sabía leer mejor que otros”, considera Blanco.

Luis del Olmo fue aparcando el deseo familiar de verlo convertido en facultativo de minas cuando primero lo llamaron de Radio Asturias para ejercer en Oviedo. Luego llegó a La Voz de León, donde le acompañaría Amalita Ruiz. El berciano destacaba por la voz y por la estatura. “La Catedral y él son los más altos de la ciudad”, le decían a ella cuando le preguntaban por “el chico de Ponferrada” que fue cogiendo galones en una emisora en la que compartió micrófono con un Francisco Umbral que salió de allí dispuesto a hacer carrera periodística y literaria en Madrid. Del Olmo llegó a la capital por casualidad, cuando fue a acompañar a su madre a una operación y regresó luego con un ramillete de ofertas laborales que se sustanciaron en su incorporación a Radio Nacional de España tras superar una prueba entre 500 aspirantes habiendo sido animado por Matías Prats Cañete. Multiplicándose para hacer programas en varias cadenas mañana, tarde y noche (“si pagaba la pensión, no tenía para vestir”, llegó a contar), se trasladó a Barcelona, donde acabó poniéndose al frente de un espacio con el que Jorge Arandes quiso adaptar un formato de éxito en la RAI italiana y que, con diversos apellidos primero, acabaría siendo el mítico Protagonistas.

No era la mejor voz, pero sí la más inteligente. Sabía leer mejor que otros en los comienzos

Sus antiguos compañeros en Ponferrada vieron su despegue ya desde la distancia. Amalita Ruiz se recuerda con sus hijos en la playa oyendo salir del transistor la voz para toda España de aquel colega de los comienzos. “Fue siempre muy arriesgado y muy valiente”, dice al rememorar que la animó a desplazarse a Madrid. “Hizo mucha calle. Trabajó muchísimo. Fue un peón de la radio hasta Protagonistas”, señala Pedro Blanco, que se recuerda haciéndole una visita en Barcelona. “Él hacía todos los programas que podía. Comía un bocadillo y seguía grabando. Fue cuando pasó a la privada cuando empezó a ganar dinero”, cuenta Yolanda Ordás, a la que le cuesta extrapolar al éxito posterior las cualidades esbozadas en Ponferrada (“todos éramos novatos”) en una radio tan incipiente que muchas veces la información era la pura traslación al micrófono de los recortes de los periódicos.

Luis del Olmo llegó en 1973 a Protagonistas. Veinte años después nació Diego Fortea en Requena (Valencia), adonde no llegaba la señal de Onda Cero, la tercera cadena por la que pasó el programa tras Radio Nacional de España y Cope. “Yo jamás escuché Protagonistas”, reconoce Fortea. Encargado ahora de la sección Historias de la radio dentro del Más de uno de Carlos Alsina en la propia Onda Cero, fue descubriendo “todos los hitos” del espacio dirigido por Luis del Olmo. “A él se le habían hecho muchos homenajes y había recibido muchos premios. Pero nunca se había hecho un especial con sus grabaciones”, apunta sobre la génesis de un pódcast pensado sobre el papel para siete capítulos. “Dije siete, pero se me ha ido de las manos”, admite ahora que ya lleva ocho y apenas ha llegado a 1992, precisamente cuando el ponferradino recala en esa misma cadena.

El pódcast recoge testimonios de grandes nombres de la radio de las últimas décadas como el propio Carlos Alsina, Juan Carlos Ortega, Julia Otero o Iñaki Gabilondo, que destaca de Del Olmo su “instinto extraordinario” para trasladar el pulso de un país a un programa de radio. “Todos coincidían en que él ha abierto el camino para componer un tipo de espacio concebido como un gran contenedor de información y entretenimiento”, señala Diego Fortea. Lo hizo primero en dictadura y luego en democracia, al principio a veces forzando los límites cuando las noticias eran coto del Diario Hablado de Radio Nacional de España, El parte para varias generaciones de españoles. “Fue disfrazando el entretenimiento de información. Y fue muy intuitivo”, destaca. Precisamente de un giro improvisado fuera de guion nació un saludo, el buenos días, España, que acabó siendo santo y seña de su carrera.

A él se le habían hecho muchos homenajes y había recibido muchos premios. Pero nunca se había hecho un especial con sus grabaciones

El pódcast se alimenta fundamentalmente de las fonotecas. Y ahí emerge, por ejemplo, la sintonía inconfundible del programa o los cortes de un particularísimo Debate sobre el estado de la nación, quizá la sección más celebrada al reunir a humoristas de la talla de Mingote, Forges, Gila, Chumy Chúmez o Tip y Coll. Fortea, ya de otra generación, no puede evitar hacer el paralelismo con programas televisivos como Ilustres ignorantes, de la misma forma que al repescar de los archivos las entrevistas con Mari Carmen y Doña Rogelia su cabeza viaja a Trancas y Barrancas y El Hormiguero. El trasvase entre la radio y la televisión se quedó en los contenidos ya que, salvo esporádicas apariciones, Del Olmo fue fiel a la primera. “Hilario López Millán decía que siempre estaba hablando de la radio”, anota el director de un pódcast que pensó que sería “para muy cafeteros”. “Pero se está compartiendo muchísimo a través de las redes sociales”, subraya.

Del Olmo ya era el número uno de la radio en España cuando en 1987 pasó de jugar a fundar una radio en Ponferrada. Lo hizo al montar Onda Bierzo junto a Ignacio Linares y delegando la administración y la parcela deportiva en Pedro Blanco, al que le tocó entonces viajar con la Ponferradina por los campos de España muchas veces cruzando los dedos para lograr la conexión adecuada hasta imaginarse la odisea que tuvo que ser retransmitir en 1958 aquel encuentro desde Burgos. “Onda Bierzo fue una aventura. Pero contábamos con la ventaja de que Luis iba a hacer las mañanas”, cuenta sobre una emisora que se fue adaptando a la cadena nacional para la que trabajaba Del Olmo. Al poco tiempo se sumó Yolanda Ordás, que remarca la “proyección del Bierzo” que ha supuesto la implicación del periodista en la promoción de productos como el botillo amén de llevar a Ponferrada la entrega de los Premios Micrófono de Oro.

El Bierzo y la radio son dos pasiones indisolubles en la vida de Luis del Olmo, que sacó Protagonistas de los estudios para llevarlo por distintos puntos de España y del extranjero hasta convertir a oyentes en espectadores de una función que incluía su habitual repertorio de gestos. “Siempre tiene a Ponferrada en la boca”, destaca Fortea, que se surtió de sonidos, fotografías y vídeos en el Museo de la Radio de la ciudad y que compara con los Premios Goya las alfombras rojas de aquellos Micrófonos de Oro que llevaban a la comarca a lo más granado de la comunicación, la política, el espectáculo o el deporte. Del Olmo ejercía de embajador ya entonces en Punto Radio (cerraría el círculo al despedirse en 2013 en Radio Nacional de España) hasta con rivales con los que mantuvo una competición tan deportiva que, todavía para Onda Cero en La Moncloa, dejó sin respuesta al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, cuando le preguntó que cuándo le concedería allí una entrevista a su colega de la Cadena Ser Iñaki Gabilondo, uno de esos grandes momentos de la fonoteca todavía pendientes para los nuevos capítulos de un pódcast sobre el que para muchos es la figura más importante de la historia de la radio española. 

“Un gigante que logró evolucionar y encabezar la transición del medio a la democracia”

Luis del Olmo es en sí mismo historia de la radio española en una carrera que empezó de aprendiz y terminó de empresario. Fue miembro de aquellas estaciones escuelas de las que se nutrieron las emisoras en las décadas de los sesenta y los setenta, comenzó a brillar todavía en el franquismo, supo transitar hacia la democracia hasta llevar el espíritu de conciliación y pluralidad a las tertulias, abrió sin filtros los micrófonos a los oyentes, sublimó el formato del magacín y se metió en el negocio sin rehuir la batalla con grandes transatlánticos de la comunicación. “Fue un gigante”, sentencia el catedrático de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid Manuel Fernández Sande, tras improvisar un olimpo del medio en España en el que el berciano sería el número uno al menos en “longevidad”.

Sande destaca la “función de formación de futuros radiofonistas” de centros como las estaciones escuelas, de donde salió Luis del Olmo “y un porcentaje notable” de quienes años más tarde se hicieron un hueco en el medio en España hasta citar como otro ejemplo el de Federico Sánchez Aguilar en tiempos previos a la instauración en los años setenta de las facultades de Periodismo en España. A falta de formación universitaria, el ponferradino fue creciendo en provincias “a base de echar horas” en Radio Asturias o La Voz de León hasta trasladarse primero a Madrid y luego a Barcelona, que ya en los años veinte tenía “una actividad muy intensa” y donde encuentra en la figura del célebre Joaquín Soler Serrano a “uno de sus maestros”. “Y tuvo una gran capacidad de aprendizaje; de absorber esos mundos”, destaca.

La radio había vivido sus “años de oro” en los cincuenta, cuando todavía era el epicentro en torno al que se reunían las familias antes de la extensión de la televisión y con el “espectáculo” por bandera con figuras como Bobby Deglané. Del Olmo aterriza todavía en aquel contexto. “Pero él logró hacer la evolución y encabezar la radio democrática cuando otros profesionales se quedaron anclados. Él cogió lo bueno de lo que podemos llamar la radio en blanco y negro y la radio en color. Ahí está su grandeza”, reflexiona Fernández Sande, autor del libro Los orígenes de la radio en España.

El catedrático de la Complutense aprovecha el título de otro libro (Luis del Olmo. Protagonista. El hombre que revolucionó la radio en España, de Lorenzo Díaz) para citar otra característica del berciano, la de darle un toque distinto a secciones y formatos. “Ya antes existían magacines, pero él lo sublima”, apunta para referirse a renglón seguido a la mezcla en las tertulias de diferentes roles como los de periodistas, políticos y analistas hasta considerarlas “un reflejo perfecto de la Transición” por ser “tremendamente plurales” frente a un escenario actual mucho más monocorde. En la misma línea, en el programa Luis del Olmo, protagonista para el formato Imprescindibles de Televisión Española, Juan Carlos Ortega habla de Del Olmo como “el Beethoven de la radio” por su capacidad revolucionaria.

La participación de los oyentes al final denota que la radio influye por ser una representación de la sociedad. Y compite con medios más canónicos como la prensa

A una “capacidad de trabajo impresionante” y una “gran coherencia” de criterio, Fernández Sande suma la “intuición” que le hizo “llevar al prime time de la radio el humor” incluso recuperando figuras que ya habían triunfado en los cuarenta como Tip. Y ahí emerge otra característica, la de un “gran aglutinador de talento” hasta reunir, por ejemplo, a los principales humoristas del país en el Debate sobre el estado de la nación. Otras veces fue una cuestión de audacia, como la de abrir sin filtros los micrófonos a los oyentes (incluso en entrevistas a presidentes del Gobierno como Felipe González) a veces a riesgo de caerle un chaparrón de críticas, pero con un valor añadido: “La participación de los oyentes al final denota que la radio influye por ser una representación de la sociedad. Y compite con medios más canónicos como la prensa”.

Con una agenda de contactos que le permitía incluso en ocasiones entrevistar en directo al rey Juan Carlos, Luis del Olmo decide finalmente dar el último paso. “Su último sueño es el de ser un gran empresario de la radio”, señala Fernández Sande para hablar de “una decisión audaz en un mercado muy complejo y ya sin crecimiento de las audiencias” hasta resultar una faceta “menos brillante” que la de comunicador. Precisamente con un empresario como Ricardo Urgoiti empieza el catedrático una relación cronológica de grandes figuras de la radio española siguiendo por Bobby Deglané (“el espectáculo”), Antonio González Calderón (el “arquitecto de la narrativa radiofónica”), Manuel Martín Ferrand (“creador de contenidos e inventor de formatos”), Iñaki Gabilondo (“quizá el mejor periodista radiofónico”) y José María García (“como inventor de un estilo en la radio deportiva nocturna”). “Habrá más, pero estos son indiscutibles”, concluye sumando a Luis del Olmo por las características citadas y una longevidad sin parangón y felicitando a Diego Fortea por el pódcast: “Es magnífico y era muy necesario”.